Swarovski. Es imposible que no hayas oído ese nombre alguna vez. Aunque seguramente lo hayas oído pronunciado de mil formas diferentes –nosotros seguimos sin saber exactamente cómo se pronuncia incluso después de oírselo al guía en su museo, eso sí, era canario–. Los productos de lujo en cristal por excelencia, aunque no hablamos de joyas: son cristales fabricados industrialmente. El museo Swarovski en Wattens, a poca distancia de Innsbruck, en Austria –¿sabías que Swarovski es austriaco?–, es una visita obligada desde la capital de los Alpes. Ahí no vas a encontrar nada de lo que te imagines. Espera lo imprevisto y disfruta de los nuevos Mundos de cristal de Swarovski, Swarovski Kristallwelten, recién ampliados en 2015.
Todavía estás a tiempo de cumplir con lo que recomendó el New York Times al incluir los Mundos de cristal de Swarovski en la lista de 52 destinos a visitar en 2016.
El origen del museo Swarovski de Wattens, Innsbruck
Fue en 1895 cuando Daniel Swartz –que luego cambió su apellido a Swarovski–, junto con Armand Kosman y Franz Weis, fundó la compañía Swarovski –inicialmente con otro nombre– en Wattens, a pocos kilómetros de Innsbruck. Dos eran los elementos fundamentales para el proceso de creación de cristales que patentó: el agua y la energía. La pureza del agua y la cantidad de energía hidroeléctrica disponible, hicieron de esta zona de Austria el lugar idóneo. Wattens fue la ciudad elegida y, desde entonces, allí está la fábrica.
Daniel Swartz había nacido en Bohemia, en la actual República Checa, y nuestro guía nos contó que de esa zona habían salido también los cristaleros que se establecieron en Murano. De esta forma, las tres “cristalerías” más famosas del mundo: Bohemia, Murano y Swarovski, tendrían un origen común en los artesanos de Bohemia.
Para celebrar el centenario de la fundación, en 1995, el artista André Heller creó, junto a la fábrica –que no se visita–, el espacio de los Mundos de cristal de Swarovski, Swarovski Kristallwelten. En ese momento el elemento central del museo eran las Cámaras de las maravillas donde artistas de todo el mundo dieron rienda suelta a su imaginación creando instalaciones con los cristales de Swarovski.
El famoso Gigante, que sirve de guardia y de entrada a las Cámaras de las maravillas del museo Swarovski, es algo más que una estatua cubierta de césped con ojos de cristal que echa agua por la boca. Cuando André Heller creó el museo creó también su historia. Ésta contaba que había viajado por el mundo buscando todos sus tesoros y maravillas. Después de acumular todo ese conocimiento, el Gigante se quedaba en Wattens para proteger sus “cámaras de las maravillas”.
Más de trece millones de personas han pasado ya por este lugar, uno de los más visitados de Austria –el turista “13 millones” entró en los mundos de cristal de Swarovski el 27 de abril de 2016, poco más de un mes antes de que llegáramos nosotros– y podemos asegurar que la reapertura está atrayendo a otros muchos visitantes: estaba lleno y lo visitamos un día entre semana en junio.
Los nuevos mundos de cristal de Swarovski
Para conmemorar los 20 años de la apertura del museo Swarovski en Wattens –y, por extensión, los 120 años de la marca Swarovski–, en 2015 se llevó a cabo una reforma completa, no sólo del espacio interior, sino también del exterior. Durante la ampliación de los jardines se descubrieron restos romanos y varias monedas que están expuestas en una vitrina en el parque.
El Jardín del Gigante en el museo Swarovski
Al Gigante, reconocido mundialmente como símbolo de la marca –junto con el logo: un cisne, aunque antes fue una flor de las nieves o edelweiss–, le ha salido competencia 20 años después. A su alrededor “ha crecido” un nuevo espacio Swarovski al aire libre en el que la naturaleza se embellece con cristales, el Jardín del Gigante.
Una superficie de 7,5 hectáreas –utilizando el típico símil de campos de fútbol, como si todo el mundo tuviera en la cabeza el tamaño de un campo de fútbol, siete campos y medio– de parque es lo primero que uno encuentra al entrar en los Mundos de cristal de Swarovski.
El mayor reclamo del parque es la Nube de cristal, pero también están la Torre de juegos, el parque infantil al aire libre, el Laberinto y las muchas estatuas repartidas por toda la superficie del parque con piezas de cristal de Swarovski integradas.
La Nube de cristal de los mundos de cristal de Swarovski
Un lago, la Piscina espejo, cubierto de nubes de cristales de Swarovski. Dicho así ya suena impresionante, pero las cifras hacen que sea todavía más increíble: más de 800.000 cristales –de tres tamaños diferentes para que brillen aún más si cabe– colocados a mano uno a uno. ¿Cómo sabemos que fueron colocados a mano? Porque nuestro guía nos lo confirmó. Él estaba trabajando en la zona de acceso y, como el museo estaba cerrado, no tenía mucho que hacer más allá de mirar cómo la Nube de cristal tomaba vida. Un día vio a un hombre subido a una de las nubes y, después de unas horas sin que se moviera, pensó que sería una figura que iba a formar parte de la instalación. Cuando se acercó a mirar, se dio cuenta de que era el operario que estaba colocando los cristales a mano que se había quedado atrapado en la nube sin poder moverse, con lo que tampoco podía pedir ayuda.
No podemos más que darle las gracias al caballero –y alegrarnos de que pudiera librarse– y a los diseñadores de la Nube de cristal, Andy Cao y Xavier Perrot del estudio CAO PERROT, que ganaron el premio Best of Year 2015 Award de diseño interior en 2015 por esta instalación. Impresionante.
No tuvimos la suerte de disfrutar de un día de cielo azul intenso. Pero, en los momentos en los que las nubes dejaban ver el sol, los cristales se encargaban de convertir sus rayos en una maravilla de colores sobre la Piscina espejo que, de tranquila y limpia, parece también de cristal.
La torre de juegos
¿Una Torre de juegos en un museo? Si, y no es sólo para niños… de hecho, nosotros nos divertimos como locos saltando en las camas elásticas y lanzándonos por los toboganes que unen los distintos pisos. La Torre de juegos, diseñada por el estudio de arquitectos Snøhetta, tiene 20 metros de altura divididos en cuatro niveles con paredes de escalada, columpios y toboganes. ¿Te atreverás a escalar desde el primer al último piso por la red interior?
Estando en los mundos de cristal de Swarovski tenía que tener algún elemento de la marca: toda la fachada es de cristal y cada una de sus facetas –160, que hacen que todos los cristales sean distintos– está estampada con pequeños dibujos de animales, por supuesto, el cisne está entre ellos.
Las Cámaras de las maravillas del museo Swarovski
La primera de las Cámaras de las maravillas es el Pabellón azul. Allí nos encontramos nada más y nada menos que con una obra de Dalí, uno de sus “relojes blandos”, hecha con cristales de Swarovski, el muro de cristal más grande del mundo o un caballo engalanado con cristales de Swarovski –a imagen de la decoración en oro y brillantes que mandó fabricar un marajá indio para el caballo que le había salvado la vida a su hijo–. Y esto no había hecho más que empezar.
Dentro de las cámaras uno encuentra, como no podía ser de otra forma, maravillas. Por si todavía no te habías dado cuenta, el museo Swarovski no es un museo al uso, así que, si esperas salas en las que se cuente cómo se crean los cristales, cómo se tallan, la historia de la fábrica o la propia fábrica, olvídalo. Las Cámaras de las maravillas son salas de exposiciones en las que artistas, diseñadores y arquitectos de todo el mundo muestran “maravillas” de todo tipo creadas con los famosos cristales.
Pabellón azul, Mechanical theatre, Bóveda de cristal, Silent Light… son algunas de las 16 Cámaras de las maravillas en las que se salta de la oscuridad a la luz, de lo realista a lo más abstracto, de la música al silencio, incluso del frío –sin exagerar– al calor. Eso sí, lo que no cambia es la cantidad de gente que abarrota todas las salas –lo que hace que el calor pueda llegar a ser excesivo en las salas “calientes”–. No hay que olvidar que los Mundos de cristal de Swarovski son uno de los lugares más visitados de Austria.
Una de las cámaras, llamada Timeless, sí que es algo más “tradicional” al presentar la historia de la compañía durante los últimos 120 años.
Información práctica para visitar los Mundos de cristal de Swarovski desde Innsbruck
Cómo llegar: Los Mundos de cristal de Swarovski se encuentran, junto con la fábrica que no se visita, en Wattens, a menos de 20 kilómetros de Innsbruck –se puede llegar en autobús desde la estación central de Innsbruck o con el autobús shuttle del propio museo también desde la estación central–.
Horarios: Abierto todos los días de 8.30 a 19.30. Durante los meses de julio y agosto la hora de cierre es las 22.00. La última entrada es una hora antes del cierre.
Precio: La entrada de adultos cuesta 19 €, hay entradas para grupos, para familias y abonos anuales –puedes comprarla directamente aquí–. La tienda y el Daniels Kristallwelten Café & Restaurant son de acceso gratuito.
Más información, en inglés, en la web del Swarovski Kristallwelten.
Seas o no un apasionado de los cristales de Swarovski, lo que encontrarás en su museo no te dejará indiferente. ¿Serás capaz de salir de él, a través de la enorme tienda, sin comprar nada?
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