Hay países de los que se conocen muchas cosas: sus monumentos, sus platos típicos, sus costumbres… Son países muy turísticos, conocidos en todo el mundo. Luego hay otros que, sin estar en zonas de subdesarrolladas ni de conflicto, apenas son visitados. Bután es de estos últimos: construyó su primer hotel en 1975 para hospedar a los invitados a la coronación del actual rey, antes las fronteras estaban cerradas, y el primer coche llegó al país en 1999. Eso sí, en 1972 había desarrollado el concepto de felicidad nacional bruta, que luego se haría famoso y le daría notoriedad a todo el país. Bután es apenas un bebé turísticamente hablando que mantiene sus costumbres desde siempre, casi aislado entre alguna de las montañas más altas del planeta. El reino del dragón del trueno no dejó en ningún momento de sorprendernos mientras los recorrimos con nuestro guía –el país no se puede visitar por libre y el gobierno se lleva una parte de cada tour–.
Poco sabíamos de Bután antes de ir –el cierre de la frontera de China (Tibet) con Nepal tuvo la culpa del cambio de destino de última hora– y no pudimos disfrutar más conociéndolo sin ideas preconcebidas.
Aterrizar en uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo
Las montañas que rodean la ciudad de Paro –de casi 5.500 metros de altura– convierten la maniobra de aproximación y el aterrizaje en el aeropuerto internacional de Paro en algo reservado para unos pocos pilotos en el mundo. El avión tiene que realizar una serie de giros –como si fuera un sacacorchos destapando un vino– desde el momento en que supera las montañas para llegar a los 2.235 msnm de la pista del aeropuerto considerado de los más complicados y peligrosos del mundo.
Admirar los asombrosos paisajes del reino de Bután
Bután es un país rodeado de ocho miles. Las montañas más altas de la Tierra sirven de frontera natural a este pequeño reino haciendo que, mires hacia donde mires, siempre aparezca un pico nevado en el horizonte. Ríos de deshielo, puentes de madera, banderas de oración… y ni un sólo cartel de Coca-Cola, de McDonald’s o de concesionario de coches. ¿Cuánto tiempo tardarán en entrar los gigantes?
Descubrir los coloridos templos de Bután: los dzongs
Los paisajes de Bután suelen estar “mejorados” con templos o dzongs –una mezcla entre fortaleza y templo budista que parece salido de la tierra–. Para nosotros, sin duda, el más espectacular es el nido del tigre, Taktshang, colgado en un acantilado de más de 700 metros de altura en las cercanías de Paro. Tanto es así, que lo incluimos entre nuestros edificios religiosos favoritos. Otro de los templos mágicos de Bután es Dochula, con sus 108 estupas y su templo en lo alto de una colina.
Los dzong tienen ese aire de castillo medieval europeo de las órdenes religiosas de caballería, salvando las distancias. En lugar de caballeros templarios, son monjes budistas con sus túnicas rojas los que ves caminar entre los edificios protegidos por las murallas, construidas para defenderse de las invasiones del gigante chino. Si recorrer Bután parece un viaje en el tiempo, los dzongs serían las máquinas que te llevan a otros siglos. Uno de los más grandes del país es el de Paro, Rinpung Dzong, donde se celebra el tsechu de Paro.
Asistir a las fiestas típicas de Bután, los tsechus
Las fiestas en Bután se viven en 360 grados: no sólo se trata de los bailes y las actuaciones de los artistas, también de sorprenderse con el público que, en muchas ocasiones, es más impactante. Familias enteras vestidas con sus trajes tradicionales llegan hasta los patios de los dzongs para disfrutar de los tsechus, las fiestas religiosas. Abuelos jugando con los nietos, monjes ancianos riendo como niños con los payasos, niños monjes disfrutando rodeados de gente… Puede que sí sea el país con mayor índice de felicidad nacional bruta del mundo, al menos en sus festivales.
Hacer que tu viaje coincida con una de estas fiestas es una obligación y no es demasiado difícil porque hay tsechus casi durante todo el año en el país.
Conocer las tradiciones que perviven en Bután: el traje típico
Si piensas que las familias visten sus trajes tradicionales sólo para ir a las fiestas, estás muy equivocado. En Bután el traje tradicional se sigue viendo por la calle todos los días. No sólo los guías turísticos, como reclamo, también los campesinos, los albañiles y cualquiera. No es raro ver a un grupo de hombres hablando en la calle todos con sus gho –una especie de bata hasta las rodillas–, o de mujeres con sus kira –un vestido largo hasta los tobillos–. Existe un código de vestimenta por el que los butaneses deben vestir sus trajes tradicionales en lugares públicos.
Charlar con un butanés, nuestro guía Kuenzang
Nunca nos había pasado. Llegar a un destino y que personas relacionadas con el turismo y con estudios no conocieran, apenas, ni España ni Italia. ¿Cómo se te quedaría el cuerpo si te preguntaran si la pasta italiana es lo mismo que la pasta india? ¿India? Ni sabíamos que había una “pasta india”. Era Kuenzang, nuestro guía, el que nos preguntaba estas cosas cuando Sara le explicó que trabajaba en una empresa de pasta italiana. Pero eso fue sólo el principio: desde si era posible cruzarse con David Beckham –ya han pasado unos años– por la calle en Madrid, hasta qué iba a hacer con tantas fotos –y puedo asegurar que hice pocas–. De qué material estaban hechos nuestros muebles o si había fábricas de ropa y calzado en nuestros países fueron otras de las preguntas.
La vida en Bután es diferente. A pesar de contar con todos los canales que la televisión india ofrece –y son muchos– todavía tienen la ingenuidad de un país que se está abriendo al mundo. Seguramente en poco tiempo desaparecerá.
Cruzarse con el primer ministro del reino de Bután
Cuando todavía no nos habíamos repuesto de la pregunta de si podíamos cruzarnos con un futbolista famoso por la calle cualquier día, fuimos nosotros los que nos sorprendimos y entendimos todo.
Kuenzang nos había explicado que los trajes indicaban la posición de quien los vestía por el color de la tela del chal: el color amarillo está reservado para el rey, el naranja para sus ministros, el granate para los oficiales y el color crema para la gente normal. Subiendo al Simtokha Dzong, nos cruzamos con una comitiva con muchos chales naranjas. Uno de ellos se paró a charlar con nosotros, no uno cualquiera: el primer ministro de Bután –como descubrimos cuando se fue y después de que nuestro guía levantara la cara tras su reverencia–. ¿Quién podría sorprenderse después de eso de que Kuenzang esperara cruzarse con un jugador de fútbol?
Ver practicar el tiro con arco, deporte nacional de Bután
Ese mismo día vimos unos arqueros practicando en un parque. Se trataba de una conmemoración de las primeras elecciones democráticas del país. Como llamábamos más la atención nosotros con nuestra ropa occidental que los arqueros con sus gho, uno de ellos se nos acercó con curiosidad para charlar. Si por la mañana habíamos conocido al primer ministro, por la tarde charlamos con el jefe de su partido que era el que más aciertos llevaba en la competición. Nos explicó que el tiro con arco era el deporte nacional de Bután. Aunque se mantenía la tradición, en esto sí que se habían “abrazado” los tiempos modernos y casi nadie seguía tirando con el arco tradicional.
¿Qué te parece viajar a un país en el que el fútbol o el baloncesto son deportes minoritarios? Tendrás que correr porque ya hasta los niños monjes juegan al fútbol. Piensa que, a pesar de ser el peor equipo del mundo para la FIFA, ya ha ganado un partido internacional.
Turismo gastronómico: la cocina típica de Bután
Con un volumen de turismo bajo –el número está controlado por el propio gobierno– todavía no han aparecido en Bután los restaurantes de comida rápida, las pizzerías o los kebabs –o, por lo menos, no lo habían hecho cuando fuimos nosotros–. Suena bien, pero es posible que, en algún momento del viaje, los eches de menos porque la comida butanesa es picante, mejor dicho es PICANTE. Al tercer día tuvimos que suplicar a Kuenzang que dijera en cocina que no le echaran picante a nada –y eso que a mí me gusta– porque ya no podíamos más. Pero, por lo visto, tocaron con un cuchillo con el que habían cortado el chile picante y Sara estuvo llorando, literalmente, durante media hora…
La base de la gastronomía de Bután son el arroz cocido y las patatas, con chile y otras especias. Destacan los momos, pequeñas bolas de masa rellenas de carne, normalmente de cerdo, o queso y los platos vegetarianos.
Bután fue la confirmación de que siempre hay algo que ver y de que nuestro lema “no tengo ningún sitio al que ir, así que iré a cualquier sitio” no puede ser más cierto. Eso sí, ahora tienes nueve motivos para ponerlo en tu lista y disfrutar de la felicidad del reino del dragón del trueno.
Aquí tienes nuestro itinerario por Nepal y Bután de 15 días