Hay pocas cosas más apasionantes para los humanos que un misterio. Nos engancha, nos atrapa, nos produce una sensación de intranquilidad por no saber y de placer por la sensación de buscar y la promesa de conocer. Es difícil de igualar. Lo malo es que, en muchas ocasiones, el momento en que se descubre la respuesta no da esa satisfacción: acaba la búsqueda y lo descubierto es demasiado “terrenal”. Ahí comienza el reino de las leyendas: cuando la explicación no cumple con lo esperado o no se llega a encontrar. La mejor manera de resolver el misterio es con una historia digna de un cuento.
Volcanes y leyendas de Ecuador: Cotopaxi, Chimborazo y Tungurahua
Ecuador es el país de los volcanes y fue allí donde comenzamos a entender la importancia que tienen en la historia andina. Los volcanes tenían la capacidad de moverse, de enamorarse, de tener hijos… pero también las demás capacidades humanas asociadas a estas emociones: celos, peleas, infidelidades…
Cuando dormimos en Baños conocimos a Mamá Tungurahua –de las pocas volcanes femeninas andinas–. Estaba en erupción y según cuenta la leyenda se debía a que el Pichincha lloraba. ¿Por qué? Porque el Pichincha sería el hijo de la Mama Tungurahua y del Chimborazo –que lo consiguió después de ganar a su hermano Cotopaxi que también la pretendía–.
Otra leyenda cuenta el motivo por el que el volcán Qillcay, conocido como el Altar por su forma, es plano. El matrimonio entre el Chimborazo y Mamá Tungurahua no era muy feliz y ambos engañaban a su pareja. Cuando el Chimborazo se enteró de que el Altar se estaba viendo con su mujer entró en erupción llevándose por delante la cabeza del Altar y dejándolo plano y extinto.
Volcanes y leyendas de Chile: Lascar, Licancabur, Juriques y Quimal
Fue en una excursión en San Pedro de Atacama, Chile, donde nos explicaron el porqué de la forma “descabezada” del volcán Juriques. Amoríos y peleas entre hermanos. En aquella zona de los Andes se cuenta que los volcanes son antiguos guerreros y los cerros hermosas doncellas. Como no podía ser de otra manera, uno de estos guerreros se enamoró de una doncella, en concreto el volcán Licancabur y el cerro Quimal. El problema era que, Juriques –el hermano de Licancabur– también estaba enamorado de Quimal. En un arrebato de locura intentó forzar a Quimal y, aunque no lo consiguió, llegó a oídos de su hermano Licancabur que explotó de celos.
Al tratarse de un volcán la explosión fue literal y, con una de las rocas expulsadas, golpeó la cabeza de Juriques arrancándosela –de ahí el nombre de descabezado–. Lascar, el padre de los dos volcanes montó en cólera y desterró a la bella Quimal a cien kilómetros de distancia de los volcanes. Por eso hay una llanura junto a Licancabur y el cerro Quilmes está aislado al otro lado del salar.
A pesar de la dureza de la separación, la leyenda tiene una parte que da esperanzas al amor imposible: cada año, después del solsticio de invierno, la sombra de Licancabur cubre por completo al cerro Quimal recordando su amor.
Volcanes y leyendas de Bolivia: Tunupa y el origen del salar de Uyuni
A pesar del papel prioritario de la Pachamama, en Bolivia también los volcanes eran todos machos. Todos excepto la bella Tunupa, al norte del Salar de Uyuni. Todos los volcanes de los alrededores cortejaban a Tunupa. A resultas de todos esos cortejos, Tunupa se queda embarazada y da a luz a un pequeño volcán. Todos los grandes volcanes de la zona se consideran los padres del pequeño. Con la intención de forzar a Tunupa a revelar cuál de ellos lo es realmente, secuestran al niño-volcán y lo esconden en Colchani –donde existe un volcán con la misma forma que el Tunupa más pequeño–.
Los cortejos, las luchas, los secuestros… acaban por enfadar a los dioses que, enfadados, retiran a los volcanes la capacidad de moverse dejándolos clavados en el suelo. A partir de ese día, Tunupa, lloró la pérdida de su bebé y sus lágrimas mezcladas con su leche crearon el Salar de Uyuni a sus pies.
El amor es capaz de explicar la geología y las erupciones de una forma especial en los Andes, volcanes y leyendas, la combinación perfecta.