El cine nos acostumbra a ver paisajes increíbles, lugares “de película” que creemos imposibles más allá de los decorados y de la imaginación de los guionistas… hasta que te plantas en la entrada de Petra y sientes algo especial en el estómago conforme bajas la rampa camino del desfiladero llamado El Siq. Las primeras construcciones y relieves que van apareciendo –que, en cualquier otro sitio, serían merecedoras de sus propios museos– pasan desapercibidas para la mayoría de turistas que cada día pasan por delante de ellas. Su mente tiene un objetivo claro: comprobar si es posible que la belleza de todas esas fotos que han visto de El Tesoro, Al-Jazneh, sea ser cierta. Que no les engañara el cine. No voy a decir que visitar Petra no sea el motivo principal del primer viaje a Jordania, voy a decir que lo sigue siendo del segundo.
Petra, una de las maravillas del mundo
Ya os hablamos de Petra después de nuestra primera visita –la he dibujado, Sara os contó que es posible verla sin aglomeraciones, os hablamos del otro Siq…– podría parecer que nada de lo que viera en una segunda visita podría sorprenderme. Imposible, ¿verdad? Petra es especial, por algo ha sido votada como una de las nuevas siete maravillas del mundo, porque, aunque sus edificios llevan allí más de dos mil años, siguen sorprendiendo con cada visita, asombrando con cada curva, con cada relieve, con cada sala excavada en la roca, con cada columna… Eso es lo que hace especial a Petra, no envejece.
Petra, ¿otro planeta?
Visitar ciudades de civilizaciones antiguas nos lleva a sentirnos exploradores intergalácticos que han llegado a un planeta sin vida pero con unas construcciones que escapan a nuestra comprensión. Puede que eso, sentirse como un astronauta, sea lo que lo hace tan especial: estamos cumpliendo un sueño de la infancia. Es difícil imaginar que gente como nosotros fuera capaz de crear semejantes maravillas hace miles de años: desviar el curso de un torrente, excavar las rocas, crear esas fachadas… Es más fácil pensar que eres ese fantástico explorador que poner tus obras al lado de las que hicieron ellos.
Pero no todo en Petra está creado por la mano de los increíbles nabateos. El Siq es un cañón natural –aunque fue trabajado para alisarlo e incluso pavimentarlo– que ayudó en la defensa de la ciudad y en provocar ese asombro que, todavía hoy, aparece en todos los que llegan a El Tesoro después de recorrerlo.
Las sensaciones de recorrer El Siq
Hace años recorrimos El Siq por primera vez en completa soledad. Llegamos a la entrada de Petra antes incluso que la persona que validaba los tickets. Caminar a las 5.45 de la mañana por la antigua ciudad nabatea te asegura hacerlo tranquilo. Sólo el sonido de nuestras pisadas nos acompañaba mientras las paredes se abrían y cerraban sobre nosotros. Cada giro del camino nos prometía la fachada de El Tesoro, pero ese kilómetro y medio sabe cómo mantenerte en tensión. Llega un momento en que, en ese silencio anciano, casi olvidas el destino para disfrutar como un niño de las rocas, de las sombras, de la luz, de los colores… Es entonces cuando El Siq te enamora y cuando, como si supiera que no puede competir con lo que viene después, te expulsa hacia algo todavía más bello.
En aquel primer viaje lo recorrimos varias veces, siempre con esa sensación que te hace olvidar su tamaño y su belleza en cada ocasión con la promesa de lo que hay después. Siempre con esa sorpresa y esa emoción al volver a descubrir, una y otra vez, su propia belleza.
En este segundo viaje pude disfrutar de esa soledad también de noche, nuestro paseo nocturno hace años fue acompañado de hordas de turistas que no podían mantenerse en silencio. Después de muchos años, mi primer contacto con la antigua ciudad nabatea sería de noche y, siguiendo el consejo de nuestro guía, dejamos que entrara todo el mundo antes que nosotros para disfrutar del paseo en soledad. Tan en soledad fue, que cada uno fue marcando su ritmo y acabamos caminando solos. Una sensación maravillosa. Yo ya había visto el espectáctulo de Petra by Night, pero si no lo has hecho y quieres verlo completo, no dejes que entre todo el mundo antes, porque te perderás el principio.
Es imposible imaginar lo que sentiría Johann Ludwig Burckhardt, el explorador suizo, cuando hizo este recorrido en 1812 sin saber lo que le esperaba al final. Porque Petra, como tantas maravillas de civilizaciones antiguas –Jerash por ejemplo, sin salir de Jordania–, estuvo perdida para el mundo durante siglos. ¿No quieres sentirte un Burckhardt intergaláctico por un rato?
El Tesoro sólo es el principio
Mucha gente piensa que la fabulosa fachada del templo que guardaba el santo Grial en la película de Indiana Jones y la última cruzada es Petra. Nada más lejos de la realidad. Después de nacer a través de El Siq y ver la luz por primera vez en la fachada de El Tesoro, la ciudad de Petra continúa mostrando sus maravillas.
Es un parto y tú eres el bebé. Tienes que tomarte tu tiempo para acostumbrarte al nuevo mundo al que has llegado: un mundo de roca tallada y de belleza casi imposible. Los dromedarios con sus coloridas sillas completarán esa primera imagen que quedará para siempre en tus retinas mientras sueltas el aire que quedó bloqueado en tus pulmones cuando dejaste de respirar. Fotos. Fotos. Es tu cerebro el que te grita que levantes la cámara y empieces a guardar todo lo que ves, pero tu corazón te para. Sabe que primero tienes que disfrutarlo, respirarlo, vivirlo… y que, después, aunque hagas miles de fotos, ninguna conseguirá transmitir esas emociones que te cortaron la respiración. Ni aunque te pares a dibujarlo durante un par de horas, cosa que hice hace años, lo conseguirás. El Tesoro se vive con los cinco sentidos y sólo una imagen no es suficiente.
El resto de Petra
Tumbas reales, paseos con columnas romanas –el imperio conquistó la ciudad nabatea en el siglo I a. C.–, el gran templo, el alto altar de sacrificios, el teatro… Petra merece una visita de un mínimo de dos días completos, aunque casi todo el mundo no pasa más que unas pocas horas allí. Entrar en las salas excavadas en la roca, visitar todos los edificios, encontrar a la fauna local, buscar el camino poco conocido que te llevará a ver un panorama de El Tesoro desde arriba que te volverá a cortar la respiración –y no sólo por la subida–, recorrer el otro Siq dejándote la piel en su arenisca, pararte en los puestos de los beduinos, descansar en la sombra… son tantas las cosas que hacer en Petra que siempre te faltará tiempo.
El Monasterio de Petra, Al-Deir
Petra tiene dos maravillas que delimitan la ciudad: El Tesoro y El Monasterio, Al-Jazneh y Al-Deir respectivamente. Mientras que la primera la ven todos los turistas que llegan a Petra, la segunda permanece casi en la sombra. Primero hay que atravesar toda la ciudad, lo cual no es fácil por la cantidad de obstáculos que reclamarán tu atención a cada paso, y después subir nada más y nada menos que 800 escalones. Son pocos los turistas que visitan El Monasterio, lo que lo convierte en algo todavía más especial. En lo alto de la montaña, rodeado de miradores y de una tranquilidad que, dependiendo de la hora a la que visites la ciudad, habrás echado de menos con las aglomeraciones de turistas.
Es necesario volverse a tomar un tiempo, no sólo para volver a recuperar el aliento. Al-Deir es el final de tu recorrido iniciático por la cultura nabatea, tu graduado de explorador intergaláctico. La fachada casi cuadrada (50 x 45 metros) vuelve a golpearte como una demostración de capacidad y habilidad lanzada directamente contra tu ego desde hace hace dos mil años. Con todo ese recorrido el golpe vuelve a ser devastador.
Cuando te consigues recuperar, y disparado todas las fotos que la tarjeta de memoria te permite, te das cuenta de que no has hecho más que la mitad: ahora queda recorrer toda Petra de nuevo y, ya lo has aprendido, sabes que todo será diferente otra vez.
Caballos, burros, dromedarios y niños en Petra
La entrada –de uno [50 JOD], dos [55 JOD] o tres [60 JOD] días– incluye el caballo hasta El Siq, pero ¿de verdad te quieres perder todo lo que hay por las ganas de llegar hasta allí? Ese paseo, además de cuesta abajo, te preparará para todo lo demás, y no hay necesidad de fomentar el maltrato animal… No vimos mucho cariño de los jinetes hacia sus monturas.
Del mismo modo, una vez en la entrada del desfiladero, puedes contratar un carruaje. Si tienes problemas de movilidad es la mejor opción pero si no, oír el látigo rasgando el aire hacia la piel de los caballos debería desanimarte a hacerlo.
A partir de El Tesoro es posible contratar el paseo en dromedario y, para subir al alto altar de sacrificio o al mismo Monasterio, hay burros y mulas que te llevarán a riesgo de tu integridad física por los estrechos caminos al borde de los precipicios. Como en los anteriores, no recomendamos pagar para fomentar esa explotación animal, además de que puede resultar bastante peligroso.
Por último, encontrarás bastantes niños beduinos en Petra dispuestos a venderte desde una postal a una botella de agua –y a fe que necesitarás agua– pasando por imanes o cualquier otro recuerdo –hasta una piedra trataron de vendernos–. No estamos en contra de los souvenirs, y mucho menos de la hidratación, pero sí de que los niños trabajen, así que, si quieres comprar algo, no lo hagas a un niño.
Me podéis creer, Petra sigue siendo el principal motivo para volver a Jordania una y mil veces.
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Muchas gracias a Jordan Tourist Board por la organización y colaboración en nuestro segundo paso por el país.
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