Sol abrasador, calor terrible, nada de agua a la vista… ¿quién pensaría que éste es un buen lugar para vivir? Nadie, obviamente. Ni siquiera para venir a “pasar el día”. Tanto es así que los faraones del Imperio Nuevo –dinastías XVIII, XIX y XX– decidieron que sería un buen lugar para su descanso eterno, alejados de saqueadores… crearon el que sería el Valle de los Reyes de Egipto.
Durante siglos, las necrópolis tebanas fueron excavadas por un grupo de artesanos –los primeros que se pusieron en huelga de la historia exigiendo más comida y mejor salario–, pero no se libraron de los ladrones. Ni de los propios faraones que llegaron a “echar” a sus dueños para ocuparlas. No hay viaje a Egipto que se precie que no incluya un recorrido por el Valle de los Reyes y una visita al Templo de Hatshepsut.
Valle de los Reyes
Podría contar la historia, pero los apasionados de Egipto ya la sabrán, y los que no la pueden encontrar en cientos de sitios –no hay una cultura antigua más estudiada, que más entusiasme, de la que más se publique que la egipcia–. Por situarnos: catorce dinastías y unos mil años después de la construcción de las grandes pirámides de Gizá, Tutmosis I decidió que era el momento de crear una nueva necrópolis frente a Tebas –la actual Luxor–, al otro lado del Nilo. Y ¿qué mejor lugar que junto a una colina, Meretseger o «La que ama el silencio«, con forma de pirámide?
Llegaréis por vuestra cuenta, contratando un taxi desde Luxor, o en excursión organizada, y más os vale madrugar: el clima no ha cambiado en los últimos 3.500 años y sigue siendo caluroso, seco y duro. Desde el aparcamiento hasta las tumbas lo comprobareis, así que protector solar, gorra y una botella de agua no pueden faltar en la mochila de paseo.
Lo que parece que, en principio, iba a ser un cementerio familiar acabó por convertirse en una necrópolis real en toda regla, con más de 60 tumbas descubiertas –la última en 2011-2012–. Lo primero que buscaréis, inevitable, es la tumba de Tutankamón, KV62 –la visita no está incluida en la entrada–, y os llevaréis una decepción. Esto es el Valle de los Reyes, no hay pompa ni fasto, al menos en el exterior de las tumbas –con todo y con eso pocas han llegado hasta nuestros días intactas– y la de Tutankamón, aparte de todos los tesoros que contenía, era de las “pequeñas”. Es más, cuando nosotros pisamos el Valle de los Reyes la tumba más famosa de Egipto no era visitable… ¿Para qué? Todos los tesoros están en el museo de El Cairo.
La entrada os permitirá visitar tres tumbas, que van rotando para que no se vean demasiado afectadas por la condensación de la respiración y los flashazos indiscriminados que, aunque totalmente prohibidos, se veían de vez en cuando. El terreno es amplio y a pesar de que las tumbas están pegadas unas a otras, de hecho las hay en varios niveles, es mejor que decidáis cuál visitar mirando un mapa del lugar. Si habéis ido con guía os dará algún consejo sobre la elección. Si no, las de Tutmosis III, Ramsés VI, Ramsés IX, Siptah y Ramsés IV deberían ser vuestro destino, según la que esté abierta.
Escaleras de subida, escaleras de bajada, pasillos angostos, humedad… no estaréis subiendo al Roraima, pero es buena idea mirar los esquemas de las tumbas antes de entrar, porque no siempre es fácil moverse y hay que estar un poco en forma para algunas. Pero os aseguro que merecerá la pena el esfuerzo: relieves y pintura en las paredes como no puede uno imaginar de hace 3.5000 años, con sus colores como el primer día… y con el esfuerzo para llegar os sentiréis como un explorador del siglo XIX descubriendo la tumba de Tutankamon.
Precio de las entradas: Normal: 80 EGP Estudiante: 40 EGP
Tumba de Tutankamón: Normal: 100 EGP Estudiante: 50 EGP
El Templo de Hatshepsut
Que las tumbas fueran discretas no significa que al morir los faraones no dejaran una demostración de su poder. Lo que sucedía es que fueron separando el boato para el pueblo de las tumbas con sus tesoros y sus momias para evitar su saqueo –ya he dicho que tampoco es que lo consiguieran–. En la visita al Valle de los Reyes no puede faltar el templo funerario de Hatshepsut en Deir el-Bahari, que habréis visto más de una vez en foto.
Otro poco de historia, pero poco, lo prometo. Hatshepsut era una mujer. No era habitual que una mujer tuviera el poder pero tampoco fue la primera ni la última. Eso sí, se la reconoce como la primera gran mujer de la que se tiene conocimiento según el egiptólogo James Henry Breasted. En un principio fue reina regente, el futuro faraón Tutmosis III era un niño, pero fue “masculinizando” su imagen –incluso llegó a usar la típica perilla faraónica– hasta presentarse como faraón.
La imagen de su templo no puede ser más impactante, como si fuera la base de la colina que le sirve como pared trasera. Después de las pirámides de Gizá y la Esfinge es, con seguridad, la imagen más conocida de Egipto. Esa rampa en dos tramos, los tres pisos del templo que van haciéndose más pequeños como si quisiera recordar a las antiguas pirámides… una imagen que se queda grabada en la memoria para siempre en cuanto aparece desde la entrada al complejo, antes de que puedas darte cuenta de sus verdaderas dimensiones. Desde ese punto son autobuses internos los que te llevan hasta la rampa y, conforme se acerca, vas asumiendo su gigantesco tamaño.
Más de 3.400 años nos contemplan desde las columnas y las estatuas, desde los frisos y los relieves. En uno de estos relieves aparece el mismísimo dios Amón tomando la forma de Tutmosis II y entrando en los aposentos de la reina madre Amosis, lo que convertiría a Hatshepsut en hija de un dios, diosa y reina por derecho propio.
Precio de las entradas: Normal: 30 EGP Estudiante: 15 EGP
¿Todavía os preguntáis por qué Egipto es especial?