¿Por qué viajamos? Cada uno tiene su respuesta y su razón: para descubrir, para conocer, para evadirse, para encontrarse o simplemente para distraerse. Yo no sabía explicarlo en palabras. Hasta que escuché a alguien que sabe bien cómo inspirar a través de ellas. La semana pasada asistí a un evento en el que Javier Reverte lo explicó con asombrosa sencillez. Viajamos para sentir con los cinco sentidos.
Y allí tuve mi revelación. ¡Eso es! Viajamos para dar rienda suelta a nuestros cinco sentidos, para sentir de verdad, sentir en el significado más genuino, primordial y físico de la palabra. Hoy en día todo el mundo puede conocer los lugares más inaccesibles del planeta a través de cualquier medio de comunicación. Pero ninguno de ellos puede estimular todos nuestros sentidos… Así que si tenemos ganas de conocer, experimentar y sentir de verdad, no nos podemos quedar en el sofá.
Cada uno recibe una cantidad enorme de estímulos en su día a día –la mayoría de los cuales pasan desapercibidos–, pero cuando viajamos y, sobre todo, cuando lo hacemos a países cuyas culturas son distintas a la nuestra, esos sentidos, que en el día a día están dormidos, de repente y casi milagrosamente, se despiertan. Y no hay mejor sensación. ¿El secreto para maximizarla? Viajar con calma y, a veces, cerrar los ojos. Escuchar a Nuria y Juanjo en otro evento, en este caso de bloggers también fue revelador. Ellos no pueden ver pero disfrutan a pleno de sus viajes con el resto de los sentidos. Y emocionan al contarlo.
Nosotros nos animamos a viajar con calma, en nuestros 372 días por Sudamérica y la Antártida. Y aquí os dejamos una pequeña muestra de sensaciones que probamos… con cada uno de los sentidos. La vista es el último, adrede.
Todos los links son internos, por si queréis saber más de alguna de estas experiencias…
Olfato
Condimentos, aderezos y especias de la comida bahiana. Brasil y sus mezclas: en la religión, en la música y en los bailes, en el arte y… en la comida. De África llegaron rituales, ritmos e… ingredientes como el azeite de dendê que invade con su olor los puestos callejeros de comida en Salvador de Bahía. Es sin duda parte de la “experiencia bahiana”
El café colombiano recién tostado. Dormir en la hacienda cafetera donde se elabora el mejor café del mundo. Y despertarse con el olor del café recién molido. Único.
El chancho hornado en los mercados de Ecuador. Un olor que es el compendio de una cultura culinaria sencilla y que conquista. Comprobado.
Oído
Una noche en la selva. Falta absoluta de luz, menos la de las estrellas y de la luna. Una hamaca. El amazonas y su vida que nunca descansa y que no puedes dejar de escuchar. ¿Qué más decir?
El agua de las cataratas del Iguazú. Un ruido que es la potencia de la naturaleza en estado puro. Sentir cómo la vibración de tu pecho va aumentando a cada paso que das acercándote a la impresionante Garganta del Diablo, ¡qué mejor nombre!
El estruendo del volcán Tungurahua. Dormir debajo de un volcán y escuchar su ruido aterrador y fascinante al mismo tiempo. Una dicotomía de sentimientos al caer la noche que despide un día pasado escuchando historias de evacuaciones…
Tacto
El calor de los brasileños. Despedirnos con un abrazo de la madre de nuestro couchsurfer de Brasilia después de una semana de convivencia y sentir el calor de sus lágrimas en nuestras mejillas. Es sólo un pequeño ejemplo del carácter único del pueblo más acogedor que hemos encontrado nunca.
La piel de gallina en una noche de lunes en Río. Fue otro couchsurfer quien nos llevó a vivir uno de los momentos más emocionantes de nuestros viajes. Escuchar como cientos de personas se reúnen en la calle para cantar samba al unísono alrededor de unos músicos que son sólo unos más. Escalofriante.
Un abrazo cuando lo necesitas. Seis días de trekking para llegar a uno de los paisajes más increíbles de la tierra: la cima del tepuy Roraima en Venezuela. Cuatro de esos días los pasé con una infección de muela, la cara hinchada y esperando a que llegara el momento de tomar el siguiente ibuprofeno. Pero los ánimos del “dream team” que me acompañó en esta aventura hicieron que mereciera la pena. Gracias chicos.
Gusto
El ceviche de Luís Cordero. Pescado fresco, lima, cebolla, ají, cilantro… Maravillarse con la sencilla exquisitez de un plato en origen pobre que ha elevado la cocina peruana a los altares de la gastronomía internacional. Y de la mano de uno de sus mejores chefs.
El chocolate ecuatoriano. Descubrir a qué sabe el chocolate de verdad, elaborado con el mejor cacao fino del mundo. Comida de dioses que baja a nuestro mundo y está al alcance de cualquiera.
El asado argentino. Paladear la mejor carne del mundo. Y no sólo, porque el asado no es sólo carne. Es un evento social. Compartir en Argentina es reunirse a comer un buen asado. Hay que vivirlo.
Vista
La inmensidad de la Antártida. Otros tamaños, otros colores, otras sensaciones. Icebergs que te hacen sentir como en Lilliput, colores que desaparecen y colores que se magnifican, como las tonalidades de azul y gris que no creías que existían. Eso es la Antártida.
Atardeceres y amaneceres en la Isla de Pascua. La fascinación y la magia de los moais llega a su clímax cuando el cielo detrás de ellos se tiñe de rojo. Inolvidable.
El doble cielo en el Salar de Uyuni. Una inmensa extensión de sal que se inunda y hace desaparecer mágicamente el horizonte. Podrás pisar el cielo. Literalmente.
Esto ha sido, para nosotros, viajar a Sudamérica y la Antártida con los cinco sentidos. O una pequeña muestra de ello…