La llegada a la ciudad de Chachapoyas fue una odisea de casi 24 horas de viaje con un autobús nocturno y una chiva en Ecuador y cuatro furgonetas ya en Perú. Llegamos derrotados, pensando que deberíamos haber hecho una parada intermedia, pero dispuestos a conocer más de un país del que ya habíamos descubierto mucho en nuestra primera visita cuatro años antes. Si entonces habíamos hecho el recorrido «clásico» por el sur, con mucha presencia inca –aunque también conocimos a los nazca y a los paracas–, en esta ocasión queríamos viajar más atrás en el tiempo y encontrar las culturas que poblaron este territorio desde hace miles de años.
Cultura chachapoyas
Desde los primeros años de nuestra era toda esta zona –el actual estado de Amazonas peruano– hasta San Martín al sur y la frontera con Ecuador al norte, estaba ocupada por un pueblo bien organizado que basaba su economía en la agricultura. Con la idea de controlar los valles –donde se encontraban sus campos de cultivo y por los que podían llegar sus enemigos– construyeron sus ciudades en lo alto de las montañas. Fueron los incas los que les dieron su nombre a partir de las palabras quechuas sacha y puyos: hombres de las nubes, en lo alto de las montañas.
Aquí evolucionaron durante siglos en los que consiguieron defenderse de los pueblos que habitaban la selva, hasta que fueron conquistados por los incas. Ésta era la primera señal de que no habría tanta presencia inca en este paso por Perú. De hecho, como sucedió con los cañaris en Cuenca, Ecuador, los chachapoyas se unieron a los conquistadores españoles en su lucha contra el invasor inca.
Según las crónicas de los conquistadores, entre los chachapoyas se encontraban los indígenas más altos, más blancos y más guapos –seguro que el color más blanco tuvo algo que ver con esta impresión–. Se han encontrado algunos restos que corroboran esos escritos, pero lo que no se sabe es porqué. Siempre según teorías no confirmadas –y ya veréis que ésta es difícilmente confirmable– es posible que los vikingos llegaran a Sudamérica y subieran por el río Amazonas, hasta el actual estado de Amazonas peruano… ¿Difícil de creer? Nada es imposible.
La fortaleza de Kuelap, la capital de los chachapoyas
Como sucede con casi todas las ruinas de antiguas civilizaciones, visitar un lugar como el complejo arqueológico de Kuelap (15 S/. – 4€/5,5US$) puede ser algo tan aburrido como ver un montón de rocas desperdigadas –aunque hay que decir que hay mucho más en pie de lo que se podría esperar– o un viaje en el tiempo de la mano de un buen guía. Optamos por esta segunda opción y cogimos un tour –en realidad varios por los alrededores de Chachapoyas– gracias a Amazon Expedition Turismo Sostenible. Así descubrimos que, a pesar de encontrarse sobre edificaciones del siglo I, la fortaleza de Kuelap vivió su apogeo entre los siglos XI y XVI, y que cumplía con cinco funciones: fortaleza militar, con tres únicas entradas en forma de embudo que obligaban a acceder a Kuelap de uno en uno, con lo que cualquier intento de invasión era fácilmente controlado; cementerio; templo religioso, con algunos grandes edificios dedicados al culto a sus dioses; zona de cultivo, en el exterior de las murallas; y residencia, con una población estimada de más de 3.000 personas a partir de la cantidad de viviendas circulares existentes –circulares porque necesitaban menos material para su construcción, eran más resistentes a los terremotos y representaban la forma del Sol, uno de sus dioses–.
Haciendo honor a su nombre, o más bien, dando pie al mismo –sachapuyos– la fortaleza de Kuelap se encuentra a 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar. El lugar es increíble y, aunque a algunos les pueda parecer imposible, nos gustó mucho más que el famoso Machu Picchu. Y ¿por qué está tan «bien» conservado? Porque, como aquél, después de la llegada de los conquistadores, la fortaleza de Kuelap permaneció «perdida» durante siglos. No se sabe el motivo, pero fue abandonada y quemada poco después de la conquista española. Algunos dicen que fueron los propios conquistadores los que lo hicieron, pero dado que los chachapoyas eran sus aliados no tiene mucho sentido. La teoría más aceptada es que se declaró una epidemia de alguna de las muchas enfermedades que llegaron con los españoles y que los chachapoyas decidieron abandonar el lugar enterrando a sus muertos en el templo y quemándolo para acabar con la plaga. Su descubrimiento, mucho menos mediático que el de Machu Picchu, se debió a una disputa territorial entre dos agricultores. El juez de Chachapoyas, Juan Crisóstomo Nieto, llegó al lugar para controlar las lindes y descubrió la fortaleza de Kuelap en 1843.
¿Cómo pudo ser conquistada una fortaleza de muros de hasta 20 metros de altura y con sólo tres entradas en forma de embudo, por los incas? Porque en sus seis hectáreas –600 metros de largo por 110 de ancho– no había agua. Se cree que los incas esperaron a que los chachapoyas salieran de su fortaleza hacia los valles para controlar sus cultivos y recoger agua, y así fueron vencidos. Hasta la llegada de los incas ningún otro pueblo estuvo preparado para llevar a cabo un asedio de larga duración a la fortaleza.
Con un poco de atención, o con las indicaciones del guía, encontraréis pisadas de llamas en la entrada secundaria –por la principal sólo entraban los jefes– y algunos bajo relieves en las piedras. También veréis decoración en las casas de los chamanes que, dependiendo de la «habilidad» del morador, hacían referencia al cielo, a la tierra o al inframundo.
Un consejo, no molestéis a las llamas porque ellas son más dueñas del lugar que vosotros y os lo dejarán claro a la primera oportunidad.
Todavía quedaba mucha más cultura chachapoyas y naturaleza en la ciudad.