No teníamos una idea muy precisa de lo que nos íbamos a encontrar en nuestro viaje a Salvador de Bahía. Sabíamos que era la ciudad más antigua de Brasil y que es conocida por su cultura –muchos músicos y escritores brasileños son de esta ciudad, como Carlinhos Brown o Jorge Amado–, además de por su carnaval que, según el libro Guinnes de los Records, es la mayor fiesta popular y callejera del planeta –a diferencia del de Río tiene lugar en la calle y no en un sambódromo–.
Descubrimos que, además de cultura, los esclavos africanos también trajeron costumbres, religiones, ritmos, danzas y gastronomía. La fijación de los brasileños por mezclar, misturar, todo no se queda sólo en la comida –es imposible ver a un brasileño comiendo un plato con una sola comida, juntan arroz, judias, pasta, carne… todo en uno–. La mezcla entre la religión católica que trajeron los portugueses –en la ciudad hay 365 iglesias católicas– y el candomblé de los esclavos es tal que todos los Santos tienen su correspondiente Orixá, divinidades del candomblé.
La ciudad de Salvador de Bahía es la cuna de la Capoeira y de la Samba de Roda, samba en círculo, de nuevo mezcla entre culturas y ritmos. El origen de la Capoeira es poco claro, tanto que no se sabe si es una mezcla de luchas/danzas africanas que llegaron a Brasil, o una danza/lucha brasileña modificada con la llegada de los esclavos africanos. En cualquier caso, es en Salvador donde comenzó y donde fue utilizada por los esclavos que escapaban a los quilombos –ciudades en la selva fundadas por y para esclavos huídos– para defender su libertad. De igual manera, la Samba de Roda tiene orígenes poco claros y, posteriormente, siguió misturándose a su llegada a Río de Janeiro para dar lugar a la samba carioca, la más conocida de Brasil.
Uno de los símbolos más reconocidos de Salvador de Bahía es la baiana: mujeres negras con grandes vestidos de color blanco que venden el plato típico de Bahía: el acarajé. Imagen mezcla de esclavos y de vestiduras africanas y portuguesas, y plato mezcla de judías, camarones, aceite de dendé…
La fiesta no se queda sólo en el Carnaval. Salvador, como casi todas las ciudades brasileñas, vive la fiesta de una forma especial e intensa. Su centro histórico, Pelourinho, se llena de conciertos al aire libre –casi todos gratuitos– todos los días de la semana, excepto el lunes. El martes es el día grande. Es la mezcla de catolicismo y candomblé, la bênção en la iglesia de Nossa Senhora do Rosario dos Pretos, la que da el comienzo a la fiesta: grupos de batucada por las calles, concierto de afro-axe –más mezclas– en las Escadas do Carmo, conciertos en cada plaza…
A pesar de contar con playas urbanas, los habitantes de Salvador de Bahía no dudan en salir hacia Itacaré o Morro de São Paulo a la primera ocasión para disfrutar del mar, aunque hacia el norte también cuentan con playas fantásticas como las de Arembepe o Praia do Forte, donde se encuentra también una de las sedes del Projeto Tamar de ayuda a las tortugas.
Éste es sólo un aperitivo de la mezcla que íbamos a vivir en la ciudad más antigua de Brasil…