Poco se puede decir de un espectáculo natural del calibre de las Cataratas del Iguazú –o Cataratas do Igauçu, en portugués–, una de las Siete maravillas naturales del mundo. Un viaje por Latinoamérica no estaría completo sin pasar por ellas, pero sin pasar en profundidad: por los dos lados y por arriba, por abajo y por dentro.
Por muchas fotos y muchos vídeos vistos, por mucho que hayas oído hablar y te hayan contado… es imposible estar preparado para asomarse por primera vez a la Garganta del Diablo, las más alta –80 metros de caída– y la más conocida. Desde el lado argentino el camino no dejó de recordarnos al Siq que habíamos recorrido en Petra: un camino, en este caso construído con pasarelas sobre el río, que en cada giro te lleva a pensar que ya has llegado… pero todavía no. Antes de llegar a ese momento, ya aparecen las gotas de agua que suben desde lo más profundo de la catarata luchando contra los miles de litros que no paran de caer. Una lluvia contraria a las leyes de la naturaleza: una lluvia que cae desde abajo. Sólo 50 metros nos separan de la caída de agua, pero nada nos separa de la «subida» y acabamos empapados. El lado brasileño ofrece una panorámica distinta, una que te permite ver donde acaba toda esa agua. En el lado argentino esa lluvia antinatural impide ver el final de la caída.
Historia de las Cataratas del Iguazú
Fue un español el que las descubrió en 1542, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que en aquél momento las bautizó como Saltos de Santa María. El nombre de Iguazú es más antiguo y, en guaraní, significa «gran cantidad de agua«, muy sabios los guaraníes. Los mismos guaraníes que fueron evangelizados por los jesuitas en sus misiones, algunas fundadas en la parte superior de las cataratas –como cuenta la película La Misión–. Con la expulsión de los jesuitas las cataratas volvieron a «desaparecer» del mapa y no fueron redescubiertas hasta 1881.
Las cataratas forman la frontera natural entre Argentina y Brasil y ambos lados son parques nacionales en los dos países. El argentino, más antiguo, de 1934, cuenta con mejores infraestructuras: dos trenes te llevan hasta la Garganta del Diablo; y más caminos: el paseo superior y el inferior, además del camino en la isla San Martín y el sendero Macuco –lamentablemente el día que hicimos la visita no era posible acceder a la isla por la cantidad de agua que bajaba y el sendero Macuco también estaba cerrado–. El brasileño, 1939, ofrece un balcón excepcional desde el que ver los saltos, pero el resto de caminos es de pago.
Cuánto tiempo hace falta para verlas
Todo el tiempo del mundo no sería suficiente para cansarse de ver cómo cae toda esa agua o para dejar de sentirse insignificante frente a la fuerza de la Naturaleza. Tampoco todas las tarjetas de memoria del mundo bastarían para todas las fotografías que queremos hacer o para los vídeos, cuando nos damos cuenta de que una fotografía no es suficiente para mostrar la energía que desprenden.
La visita del lado brasileño, Parque Nacional do Iguaçu, sin recorrer los caminos de pago, puede hacerse en poco más de dos horas. Un autobús te recoge en la entrada del parque y la última parada es en el mirador de la Garganta del Diablo. Desde allí puedes volver en autobús o hacer el camino que muestra todas las cascadas del lado brasileño en primera fila.
La visita del lado argentino, Parque Nacional de Iguazú, necesita de un día completo. En el caso de poder acceder a la isla San Martín y al sendero Macuco un día puede ser ajustado, por ello existe un descuento del 50% en la entrada del segundo día, si pensáis hacerlo no olvidéis validar la entrada del primer día a la salida.
Información práctica
Desde Puerto de Iguazú, Argentina, salen autobuses hacia las cataratas desde la terminal de ómnibus con mucha frecuencia. También desde Puerto de Iguazú se puede llegar al lado brasileño de las cataratas, en Foz do Iguaçu, en autobús saliendo a las 8.10, 10.20, 12.20 y 14.00. No os preocupéis por el visado brasileño: si se entra en el país sólo por un día no es necesario ni parar en el puesto fronterizo, aunque sí que lo es en el de salida y entrada de Argentina. Nosotros salimos de Argentina y volvimos a entrar diez horas después sin haber entrado en ningún otro país.
También es posible hacer la visita desde Foz do Iguaçu, varios autobuses al día llevan al lado brasileño y otros tantos al argentino –en este caso no sabemos si será necesario tener el sello de salida en el pasaporte–.
Si estáis pensando en hacer el loco y meteros en una lancha, como hicimos nosotros, es mejor hacerlo en el lado argentino. El motivo es que la isla San Martín es territorio argentino y sólo las lanchas de ese lado pueden acercarse a sus cascadas. Sin olvidar el detalle de que el lado argentino es más barato –sobre todo con el dólar blue–.
En ambos lados hay que tener mucho cuidado con los coatíes: a la mínima que huelen que llevas comida en una bolsa se lanzan a por ella con sus garras por delante –nosotros tuvimos que luchar por nuestro pan con uno de ellos–. También encontrareis miles de mariposas, de todos los colores, tamaños y formas, algunas desafiando incluso la fuerza de las aguas y volando al lado de las cascadas. Los tucanes, que también se supone que hay, se quedaron escondidos en nuestra visita, aunque luego nos dijeron que están en los caminos brasileños, esos que no pagamos por recorrer.
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