5% de descuento en tu seguro IATI por ser lector de SaltaConmigo.com

Kumaris, las niñas diosas de Nepal

¿Sabías que en el corazón de Katmandú vive una diosa? Sí, en el Kumari Bahal o Kumari Ghar, uno de los maravillosos palacios que delimitan la Durbar Square de Katmandú –declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO–, vive la más poderosa de las kumaris: las niñas consideradas diosas vivientes de Nepal.

Nepal Durbar Square Katmandu Kumari Ghar Ventanas

Durbar Square, Plaza Durbar, de Katmandú

Las plazas Durbar eran los centros administrativos de los pequeños reinos que existían en el valle de Kathmandú antes de la unificación de Nepal, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII. En ellas se encontraban el palacio real y los otros palacios y templos desde donde el rey y su corte controlaban la vida política y religiosa de sus territorios. La Durbar Square de Katmandú sigue siendo una joya arquitectónica pero es también un concentrado del caos que reina en Nepal, con los coches, las motos, los carros y todos los tipos de vehículos que se puedan imaginar intentando esquivar los puestos de fruta, verdura y artesanía, las vacas sagradas y a los turistas anonadados por la confusión y la belleza que les rodea.

Nepal Durbar Square Katmandu Gente

Entre todo este caos, el patio del Kumari Bahal, el Kumari Chowk, parece un pequeño oasis de paz. No es que aquí no lleguen los ruidos, al fin y al cabo está justo en la plaza, pero la belleza de las tallas de madera que decoran sus balcones y ventanas parece poseer la totalidad de los sentidos de quien la admira, aislándole del mundo exterior. Desde una de estas ventanas se asoma, dos veces al día, la pequeña kumari de Katmandú, la más conocida y poderosa de las tres diosas vivientes nepalies. Visitamos Nepal en 2010 y tuvimos ocasión de ver a Matina Shakya, la última kumari ungida en 2008 con sólo 3 años de edad. No hay “pruebas” del encuentro, ya que la diosa no puede ser fotografiada, aunque el patio y su estupa en miniatura sí, cuando ella no está.

Nepal Durbar Square Katmandu Kumari Ghar Stupa Patio

La tradición de la kumari, diosa viviente de Nepal

Las kumari son niñas consideradas reencarnaciones de Taleju –nombre nepalí de la diosa Durga– y, como tales, son veneradas por los hinduistas y budistas nepalíes. Ser elegida kumari no es nada fácil: al fin y al cabo hay que demostrar ser una diosa. Ante todo, la niña debe pertenecer a la casta Shakya –la casta del mismísimo Buda–, no haber enfermado nunca, no haber derramado nunca sangre, ni de una pequeña herida, y no haber perdido ningún diente. Además, debe cumplir las treinta y dos “perfecciones” de una diosa, que van desde tener los muslos como los de un ciervo o las pestañas como las de una vaca hasta la voz suave y clara como la de un pato o el pecho como el de un león… Sus ojos, su pelo y sus dientes tienen que ser perfectos y su horóscopo tiene que ser compatible con el del rey. Se dice, incluso, que tiene que superar diferentes pruebas para demostrar su valentía, como pasar la noche sola junto a las cabezas de búfalos y cabras sacrificados a la diosa Taleju.

Nepal Durbar Square Katmandu Kumari Ghar Taleju

La niña elegida es alejada de su familia, permaneciendo encerrada en el templo-palacio durante toda su infancia, saliendo sólo en algunas ceremonias religiosas y pudiendo ser visitada por sus padres en contadas ocasiones. Vive así hasta la pubertad, momento en el que la diosa “abandona” su cuerpo, reencarnándose en el de otra niña, y ella vuelve junto a sus padres a la “vida normal”. Hasta hace años, según nos comentaron, para las kumaris era muy difícil casarse porque existía la superstición de que sus maridos morirían en tres meses. La “desencarnación” puede tener lugar antes de la primera menstruación en casos especiales: como una enfermedad o un accidente que provoque una abundante pérdida de sangre. Un caso especial fue el de una de las kumaris destronada por salir del templo y viajar a EEUU.

Nepal Durbar Square Katmandu

Este ritual, que tiene siglos de antigüedad y que el gobierno maoísta ha permitido que sobreviva, ha sido duramente criticado por diferentes organizaciones defensoras de los derechos humanos ya que las niñas son confinadas y privadas de una vida normal, en contacto con sus seres queridos y otros niños de su edad. No podemos negar que, aún respetando las creencias religiosas de los nepalíes, ver a Matina Shakya, una niña de sólo 5 años, con su maquillaje tan fuerte y sus vestidos fastuosos en contraste con su mirada perdida, nos dio una gran pena: nunca recuperaría su infancia perdida. ¿No deberían estar los derechos humanos por encima de cualquier creencia?

Aquí tienes nuestro itinerario por Nepal y Bután de 15 días

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comentarios

  • 6 febrero, 2013 a las 22:23

    Justamente yo escribí un artículo no hace mucho sobre las niñas diosas de Nepal, y mi experiencia con la Kumari de Bungamati en persona. Tuve la gran suerte de coincidir por sorpresa con ella en una festividad una de las pocas veces del año que sale, hace justo unos meses y la tuve frente a frente. Me dió una pena terrible su mirada triste y vacía. Son niñas con un estigma para toda la vida. Por mucha tradición y honor que todo eso implique..Y yo también opino que los derechos humanos deberían prevalecer.

    Bonitas fotos!

    Un abrazo

    Responder
    • Sara
      7 febrero, 2013 a las 22:20

      Sí, he visto que a vosotros os dejaron fotografiarla y habéis podido inmortalizar esa mirada triste y perdida… lo mismo digo, buenas fotos 🙂
      ¡Muchas gracias!

      Responder
  • 4 febrero, 2013 a las 23:02

    Aunque ser tratada como una diosa pueda parecer un destino envidiable, perder la infancia seguramente sea, como decís, un precio muy alto. Y se me vienen a la cabeza esos deportistas de élite a quienes también les roban un poco la infancia. Me pregunto si les merece la pena.
    Muy buena entrada y, como siempre, bonitas fotos.

    Responder
    • Sara
      5 febrero, 2013 a las 21:10

      Sí, buen paralelismo, y en ese caso también está fomentado por los padres, que sobreponen su orgullo a una vida fisica y psicologicamente sana para sus hijos…
      Gracias por los piropos 😉 Las fotos son de JAAC, ¡para que conste!

      Responder