Hay muchas imágenes que vienen a la mente cuando uno piensa en Australia: la Ópera y el puente de la bahía de Sydney, el Uluru, la Gran Barrera de Coral… y los Doce Apóstoles. No tan conocidos –por eso los usamos en la entrada en la que desvelábamos el destino de nuestro viaje– pero igualmente un icono del país. Pero, como pasa con el Tesoro respecto a Petra, los Doce Apóstoles no son más que una pequeña parte de las maravillas de la Great Ocean Road, la Gran Carretera Oceánica. El primer día en Melbourne contratamos la excursión que nos llevaría a conocer sus puntos más importantes, se podría ir por cuenta propia, pero habría que alquilar un coche.
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Echa un vistazo a los tours por la Gran Carretera Oceánica:
Es posible recorrer los 243 km de la carretera y volver en una jornada… si no paras en ningún sitio. Si haces paradas, y obviamente un tour las hace, la cosa se complica un poco más: son necesarios un par de días para ir tranquilos. Tanto es así que la excursión recorría sólo los primeros 200 km desde Torquay –el comienzo de la carretera desde Melbourne– y las paradas eran con el tiempo justo para verlo todo. Desde las 7.30 hasta las 21.00 que nos dejaron de nuevo en St. Kilda.
Lo primero que nos explico Ash, nuestro guía, es que la carretera en sí es un monumento conmemorativo a las víctimas australianas de la Primera Guerra Mundial. La mentalidad del gobierno del país de hacer fluir el dinero no es algo nuevo –aunque nosotros lo habíamos descubierto hacía poco– y la construcción de la carretera lo demuestra. Hubo dos motivos para hacerlo. El primero, darles trabajo y una paga a los miles de soldados que volvieron de la guerra, aproximadamente unos 3.000 participaron en las obras. Y, el segundo, unir los pueblos del oeste de Melbourne que hasta aquel momento sólo eran accesibles por mar o en duros camiones. El que fuera «una obra benéfica» no quita que se trabajara duro. Se construyó de forma manual entre 1919 y 1932, a un ritmo de tres kilómetros al mes. La carretera se divide en tres tramos, cuyos nombres demuestran, como Ash nos dijo, la falta de imaginación australiana para nombrar las cosas. Desde Melbourne tenemos la Surfer Coast, plagada de impresionantes playas llenas de surfers; la Green Coast, con parques naturales; y la Shipwreck Coast, lugar de hundimientos de barcos.
La primera parada fue en Torquay y su famosa playa Bells Beach, una de las playas surferas más conocidas del país. Fue en esta ciudad donde comenzaron marcas tan conocidas como Rip Curl o Quick Silver. No había mucho viento, ni olas, cuando llegamos y poco podían hacer las decenas de surfers que esperaban sobre sus tablas en el mar. Ash nos contó que la playa que aparece al final de la película Le llaman Bodhi, que supuestamente es Bells Beach, no lo es. En realidad es Cannon Beach, una playa de Oregon en Estados Unidos.
Siguiendo con las referencias de cine y televisión pasamos por el faro de Split Point. Para nosotros no es conocido en absoluto pero en Australia toda una generación de jóvenes se asustó con una serie que tenía este lugar por escenario –Round the Twist–. Poco más adelante pasamos por la casa en la que Max –antes de convertirse en Mad Max– pasa las vacaciones junto a su familia.
Poco antes de comer paramos en una reserva en la que, esta vez sí, encontramos a koalas en libertad –en Magnetic Island no hubo manera de encontrarlos libres–. Subidos a sus eucaliptos e incluso moviéndose –poco, todo hay que decirlo–. Ya habíamos entrado en la Green Coasty, cómo no, paseamos por otro bosque pluvial, en Otway National Park.
Llegaba el momento más esperado. Como sucedió con Town of 1770, el nombre de Doce Apóstoles es puro marketing. Se cambió el original, Sow and Piglets –La cerda y los lechones–, en 1950 tratando de atraer el turismo, y vaya si lo consiguieron. Doce bloques de piedra caliza sobresaliendo del mar en Port Campbell, tampoco había que ser muy imaginativo para inventar el nombre, pero no sólo no eran doce desde el principio, sino que la erosión ha acabado con algunos. Un lugar impresionante en el que han construido un centro de visitantes e incluso ofrecen paseos en helicóptero de 7 minutos(80 AUD por persona). No lo hicimos, ni nadie de nuestro tour, mucho dinero para muy poco tiempo.
Pero todavía quedaba la Shipwreck Coast. El hundimiento más conocido es el del Loch Ard. Se trata de un barco que viajaba desde Inglaterra hasta Melbourne, en 1878. Después de unos tres meses de travesía, un día antes de llegar a su destino, acabó hundiéndose al perderse el capitán en la niebla. Sólo dos de sus 54 pasajeros sobrevivieron: Eva Carmichael –irlandesa de 17 años que vio morir a cuatro miembros de su familia esa noche– y Tom Pearce –grumete de 15 años–. Eva sobrevivió aferrada a un palo durante cinco horas y sólo gracias a que Tom, después de conseguir llegar a tierra –primero aguantó horas sobre el casos de un bote salvavidas volcado–, volvió a entrar al mar a buscarla al oír sus gritos. Los dos supervivientes acabaron en una garganta abierta entre los acantilados hasta la playa, la primera que visitamos, llamada desde entonces Loch Ard Gorge. Eva regresó a Europa a los tres meses mientras que Tom siguió su carrera como marino y murió en otro hundimiento años más tarde.
La última de las formaciones que visitamos fue el Puente de Londres, London Brigde o London Arch, que sigue siendo un lugar increíble a pesar de que el «puente» cayó en 1990 debido a la erosión.
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