Si Spain is different, ¿Japón qué es? Otro mundo, está claro. Una sociedad con una mentalidad y unas costumbres totalmente diferentes de las “occidentales”, que nunca se llegarán a conocer en profundidad en un “simple” viaje con límites de tiempo como los nuestros. Eso sí, el viajero se chocará con muchas de ellas en cada instante de su contacto con esta extraordinaria cultura. Tendrá que aprender, por ejemplo, que para los japoneses es de mala educación decir “no” o “no lo sé”, con lo cual, al preguntar por algún sitio, tendrá que comparar las respuestas de varios transeúntes… O que la improvisación no es el fuerte de la cultura nipona, así que los cambios de planes de último minuto les ponen muy nerviosos. Nosotros lo comprobamos con un guía en Kioto, un señor al que casi le da un ataque por cambiarle la ruta que había establecido…
Aunque esta aproximación no deja de ser parcial, hay algunas experiencias que ayudan a acercarse a su cultura y que nadie se debería perder en un viaje al país del Sol Naciente.
Algunas de ellas son conocidas por la mayoría, como disfrutar de la cocina japonesa, maravillarse al ver el Tsukiji –el mercado de pescado más grande del mundo– en plena actividad a primera hora de la mañana, asistir a una representación de Kabuki, el teatro tradicional japonés, o a la ceremonia del té o ver como los japoneses se sorprenden al avistar el perfil de Fuji en la lejanía.
Sin duda estas experiencias son imprescindibles, pero nuestra selección incluye otras diez que, si cabe, nos sorprendieron y disfrutamos aún más:
- Bañarse en un onsen, los baños de aguas termales japoneses. Meterse en agua a 40º en la fría noche invernal con un cielo estrellado sobre la cabeza. Hasta a los monos les gusta y tienen el suyo exclusivo.
- Dormir en un templo budista. Ser los únicos occidentales que pasan la noche en el templo y despertarse a las 6 de la mañana para participar con los demás huéspedes a los rezos con los monjes.
- Asistir a una fiesta o desfile tradicional. Ver como los japoneses disfrutan al revivir, por ejemplo, un desfile de la época Edo o un fiesta como Shichi-Go-San, y se sorprenden al encontrarse con turistas extranjeros con los que se divierten a hacerse fotos.
- Entrar en una tienda de manga. Otro tipo de templo, ¡éste más friki, claro! Estar rodeado de miles de volúmenes manga que no entiendes pero que te fascinan y hasta comprar uno
- Jugar al pachinko. La diversión nacional, prácticamente incomprensible para cualquier turista, con sus luces cegadores y su música estridente. No ganarás y se te quedará cara de tonto pero podrás decir que has participado
- Dormir en un futón en los ryokan. Entrar en tu habitación, ver que no hay cama y descubrir que está enrollada en el armario. Preguntarte por la mañana al levantarte cómo podrán hacerlo –levantarse del suelo– los ancianos japoneses.
- Sentarse en los butacones de los internet café. Estar conectado lo es todo en las grandes ciudades japonesas y los internet cafés saben aprovecharlo: habitaciones privadas con todas las consolas, butacones y sillones de cuero, servicio de comidas que te la dejan delante del teclado mientras sigues jugando…
- Atravesar el cruce de Shibuya. Ser rodeado por una marea de gente que llega desde tres puntos distintos para cruzar una calle, en perfecto orden y sin que nadie choque o estorbe el paso de nadie.
- Descubrir el cosplay en el parque Yoyogi. Encontrarse con los personajes de los manga en carne y hueso. Disfraces perfectos y desfile de poses y de cámaras, de japoneses y de occidentales a partes iguales.
- Montar en el shinkansen, el tren bala japonés. Esperarlo en el andén con los números de vagones y asientos pintados en el suelo, cruzar el país en pocas horas y, al parar durante unos minutos en una estación, ver como le entregan una bandeja de comida a un pasajero en la puerta de su vagón. ¡La puntualidad aquí es una religión!
Como decía al principio, una visita no da para todo y fueron muchas cosas las que nos quedaron por hacer: entrar en un karaoke, asistir a un encuentro de sumo –conseguir una entrada era más difícil de lo que pensábamos–, dormir en hotel cápsula –lo intentamos pero sin éxito–, cubrirse de arena caliente volcánica… ¡y seguro que muchas otras experiencias de las que ni siquiera hemos oído hablar!
Habrá que volver.
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