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Shere kan, el tigre de Bengala

Viernes, 24/06/2011 (2)

El guía nos cuenta un poco en inglés lo que vamos a ver. No nos dice que vayamos a ver al tigre, de hecho nos dice que no nos hagamos muchas ilusiones. Son animales libres y el jeep no puede meterse por cualquier sitio, de manera que, verlos será cuestión de suerte. Para que no nos emocionemos, si es que todavía los estamos, nos cuenta que el parque tiene una extensión de 392 kilómetros cuadrados y que hay unos 37-40 tigres. No nos agobiemos. Cualquiera diría que estaba con nosotros cuando estuvimos en Tanzania… El agobio de Sara el primer día fue interesante hasta que empezaron a aparecer los animales.

Por otra parte nos dice que, si vemos a un tigre, no hagamos ningún ruido fuerte y que ni se nos ocurra movernos bruscamente. No nos lo tiene que repetir. Llamar a esto jeep es ser muy generoso, lo único que tiene es el 4×4 y los neumáticos grandes. La carrocería del coche acaba a la altura de las ventanillas, pero a la altura de las ventanillas del conductor y del guía que están más abajo. Nosotros estamos en la fila central y nuestros muslos ya están por encima del coche. Los de la fila de atrás sólo tienen la mitad de la pantorrilla cubierta. Y a la gente le parecía peligroso el safari en Tanzania con el 4×4 con el techo abierto. Aquél, por lo menos, tenía ventanillas…

Desde nuestro hotel al parque no hay casi distancia y a la hora programada estamos allí. Antes de lo que se supone que es el parque, separado del resto por una pequeña barrera en el camino de tierra, se baja el guía para entregar los papeles en la caseta de seguridad.

Muralla en el interior del parque Ranthambore

Para llegar hasta aquí hemos pasado una puerta de entrada que parecía sacada de una película de Indiana Jones. Entre esto y el baori, el pozo, de Osiyan nos sentimos como ayudantes del arqueólogo. Más que una puerta es una especie de muralla que aprovecha el valle entre dos colinas y el río que se forma entre ellas para cortar el paso tanto a los que pretenden entrar como a los que pretenden salir, animales en este caso. El parque era un coto de caza para los marajás de Jaipur hasta la independencia de India. Bajo uno de sus arcos pasa el camino. Pero tiene el mismo aspecto abandonado y recién descubierto del pozo de Osiyan.

Carretera de entrada al parque

Además de esta construcción, en el interior del parque hay una fortaleza. De hecho es ésta la que le da el nombre, puesto que se trata de la fortaleza de Ranthambore. Fue construida en 944 a 700 metros de altura sobre una llanura. Según esto debería ser sencillo verla desde el coche cuando el guía nos la señala, pero la cantidad de vegetación que hay por todas partes dificulta localizarla. También se podían hacer excursiones a la fortaleza según la guía, pero no hemos visto nada por el hotel y no es nuestra intención. Se supone que hay un templo jainista, pero teniendo en cuenta que está en mitad del parque y, por tanto, poco cuidado no debe hacer sombra a los templos que hemos visto.

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El jeep va dando tumbos entre piedras y barro, cogiendo curvas cerradas casi más despacio que si fuéramos andando. Por ahora, acabamos de empezar, el clima nos está respetando y no llueve. Tampoco hace calor lo que es perfecto, es más, hace un poco de fresco, con el chubasquero y todo somos los menos abrigados del grupo.

Tigre de bengala

Estamos mirando en Cany la foto de la colina tratando de encontrar la fortaleza cuando oímos que los de detrás dicen «Tiger!», en inglés. Nos miramos y entre risas nos decimos que sí, que ya nos gustaría ver uno mientras levantamos las cabezas. Cuando las tenemos arriba vemos a un tigre enorme pegado al jeep, justo en el otro lateral, pero a una distancia de unos tres metros de nosotros, contando el coche. Impresiona. Los tigres miden entre dos metros y medio y tres metros sin contar la cola (otros 70-80 centímetros). Tienen una altura de casi un metro. En nuestras circunstancias eso nos parece más que la del jeep. Y puede llegar a pesar casi 300 kilos. Es mucho más grande que un león y nosotros estamos mucho menos protegidos que cuando estuvimos entre ellos. Está claro que no haremos ruidos fuertes ni movimientos bruscos. Lo de los movimientos será fácil, nos hemos quedado helados. Es casi como cuando vimos la silueta del tiburón alrededor del barco en Sudáfrica.

Tigre alejándose Tigre mirando

El tigre tiene otros planes y no nos hace ni caso. Andaba en dirección contraria a la nuestra por el camino y no se ha parado ni a mirar. En cuanto nos supera y tenemos un margen de seguridad, lo que estima el conductor, da la vuelta y comenzamos a seguirle a cierta distancia. Aquí los jeeps no tienen emisoras por las que avisarse, de manera que no aparecen más a nuestro alrededor. Hemos tenido mucha suerte. El guía no para de repetírnoslo. Pone cara de sorprendido hasta él.

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Después de un rato siguiéndole, el tigre se mete entre los árboles y se pierde. Siguiendo con nuestro safari nos cruzamos con otros coches. El guía les cuenta a todos que hemos visto un tigre joven caminando por la Pavo realcarretera. Los demás ponen cara de «¿En serio? ¿de verdad hay tigres aquí? Pensaba que era sólo para que los turistas vinieran…». Ni ellos se lo creen.

Lo más sorprendente ha sido que antes de ver al tigre no habíamos encontrado más animales, ni los típicos ciervos (evidentemente de otra especie) que hay por todas las junglas, sabanas y que sirven de alimento a los depredadores. Después hemos encontrado alguno, junto con una gran cantidad de pavos reales. Nunca habría imaginado que los pavos reales viviesen en la jungla. Es más, el guía nos cuenta que son alimento habitual de los tigres cuando no encuentran algo más sabroso. Vemos a varios en plan cortejo, con las colas abiertas, danzando y cantando.

Ciervos

Aunque estamos aquí dentro, no han cerrado el parque, los caminos están anegados en muchos sitios. El jeep se mete hasta media rueda en lodo con facilidad. Lo bueno es que es un lodo muy líquido, demasiada lluvia y no nos bloquea. Además de la pericia del conductor que está claro que se conoce la zona. Debe hacer todos los días el mismo recorrido dos veces.

Al final de un camino vemos un montón de jeeps parados y la gente asomada. Señal inequívoca de que ahí hay algún animal digno de verse. Y estando en Ranthambore sólo los tigres son dignos de verse. Efectivamente hay un tigre. Concretamente una tigresa, parece que el guía conoce a todos los ejemplares. Es de las más mayores del parque, 15 años. Nos dijo que solían llegar a los 16-17, aunque según los libros deberían llegar a los 20. Está tumbada al lado del camino, ignorando a todos los que estamos locos por sacarle una foto. Ella está más interesada en estirarse y girarse como un gato que en su público. Es sorprendente lo parecidos que son a los gatos… si no fuera por el tamaño.

Tigre estirándoseTigre entre las ramasTigre atento

El animal no está por la labor de levantarse ni dejarse ver en pie. No nos dijeron nada pero debe ser lo normal que haya una parada en mitad del safari para que la gente se pueda bajar e ir al baño. El conductor arranca el coche y nos lleva a una zona en la que hay un par de edificios. El resto de ocupantes del coche se bajan pero nosotros no tenemos nada que hacer abajo. Nos quedamos mirando las fotos. Por otra parte, a pesar de que el jeep no sea útil en absoluto como protección tampoco hemos cruzado ninguna valla ni nada parecido que impida que los tigres estén por aquí paseando…

Tigre lamiéndose la pata Tigre enseñando colmillos

Al poco rato volvemos a ver a la tigresa. Sigue en el mismo sitio. Sigue lamiéndose la pata derecha. Delante de nuestro coche se coloca otro. Ha salido del camino y nos tapa. Le preguntamos al guía qué tiene de diferente que ha hecho eso y nosotros seguimos aquí atrás parados. Tiene algo de diferente: es un coche del gobierno, lleva un logo en la puerta. Los coches del parque con turistas «normales» no tienen permitido salir de los caminos, mientras que los coches del gobierno pueden hacer casi lo que quieran. Eso no quita que nuestro conductor haga una maniobra que cierre a otro coche y haya una pequeña discusión.

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Los guías y conductores saltan de un jeep a otro pisando en las ruedas y los capós. Puede parecer peligroso pero, en realidad, no lo es más que estar de pie dentro. Aquí no hay protección ninguna. Es mejor que la tigresa siga tumbada y que no le moleste mucho nuestra presencia…

Decide que es momento de levantarse y las cámaras se oyen por todas partes. El pobre animal se lamía la pata porque está coja, por eso estaba tumbada sin moverse demasiado. Fotos y más fotos del animal.

El guía nos pregunta si ya es suficiente. En realidad sí porque no hay mucho más que ver, pero es tan espectacular que podríamos estar mirándola media vida. Es como el tiburón, peligroso hasta decirMono con cría basta, pero allí que te quedas sin apartar la mirada.

De todas formas no es sólo si tenemos o no bastante, es que ha acabado el tiempo. Nos hemos pasado un poco y el conductor acelera camino de la salida. Justo ahora comienza a llover. Hemos tenido suerte, el tiempo nos ha respetado y lo mismo somos el único safari del día… y casi de la temporada. Quedan seis días para que cierre el parque y si el monzón se adelanta seis días lloviendo no es tan extraño. De camino a la salida nos cruzamos con un coche del parque. Nuestro guía les habla de la tigresa y de su cojera.

El jeep nos deja en el hotel a eso de las 9.15.

Tigre mirando de frente

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Comentarios

  • 9 enero, 2013 a las 10:13

    Impresionante!!! me encantan los felinos, y ver un tigre a esa distancia ha de dejarte sin respiración!! que suerte ^_^

    Responder
    • 9 enero, 2013 a las 14:03

      Los animales siempre llaman la atención y cuando consigues verlos el subidón es importante 🙂
      El primero, que pasó al lado del coche, nos dejó con la boca abierta, alucinados, la segunda, más tranquilos, nos recordó a un gato: mismos movimientos en un cuerpo una buena cantidad de veces más grande y peligroso 😉

      ¡Muchas gracias por comentar!

      Responder