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La tranquilidad de la capital

Lunes, 07/03/2011 (1)

Último día del viaje y poco que ver en la capital. Después de conseguir que nos cobraran al cambio oficial del dólar se les quitaron las ganas de organizarnos un recorrido y de decirnos cómo llegar al Khast Imon que decían que se llegaba en diez minutos desde aquí. Tocará buscarlo.

El desayuno no está incluido ni las relaciones son tan buenas como para intentarlo. Comemos las galletas que nos quedaron de ayer. Poco después de las nueve y media salimos.

Al final tenemos que ver al hijo de Mirzo porque la puerta de la entrada sólo se cierra desde dentro. Tampoco ahora nos comenta nada del camino que tenemos que seguir. Todavía les debe durar el cabreo. Como la semana pasada cogimos la llave de la puerta y después nos dijeron que no hacía falta, hoy hemos decidido dejarla puesta. Total, seguro que tienen una copia y si quieren entrar lo podrían hacer y no hay más huéspedes que puedan confundirse.

Según el mapa pasando por un par de calles de las pequeñas se llega fácilmente. Lo que pasa es que las calles pequeñas no se ajustan del todo al dibujo del mapa (nuevo hecho que confirma que los planos de la Lonely Planet no valen mucho). Después de unas pocas vueltas ya no sabemos si la calle principal está detrás de nosotros, a la derecha, delante… así que lo único que buscamos es salir de aquí y llegar a una calle grande, la que sea, y ya nos volveremos a orientar.

Salimos al lado de un centro comercial, que tiene pinta de museo: fachada enorme de mármol, columnas de madera como en las mezquitas, y se llama algo «Galería» (todavía no manejamos del todo el cirílico). Entramos por la parte de atrás, que delante está cerrado, y esto lo que es es una galería comercial con tiendas de ropa. Lo de galería no era de arte, ni cuadros, ni el Corán del siglo VII.

Hay dos fuera fumando y al preguntarles nos señalan un par de minaretes que se ven al fondo. La calle gira a la derecha y los minaretes están un poco hacia la izquierda. Será mejor ir por la calle de detrás que nos llevará directos.

La calle de detrás a donde nos lleva es a la calle de nuestro hostal. Hemos dado un giro de lo más tonto para volver prácticamente al mismo sitio. Dándole un poco más de tiempo al mapa de la guía vemos que sale una calle (o eso parece) a la izquierda de la calle por la que veníamos y que puede que sea la que llega al sitio. Según Sara el complejo tiene 54 minaretes. Sólo se veían un par desde el centro comercial, pero debería ser fácil llegar con todo eso apuntando al cielo.

Cuatro kilómetros de paseo después llegamos al sitio y aquí no hay más que dos minaretes. Pase que los planos no sean muy buenos, pero si al traducir (la guía está en inglés, porque no hay versión en español) cambias «2 54m minarets» por «54 minaretes» tampoco vamos bien. Lo que son, ya lo dice la guía claramente, son ¡dos minaretes de 54 metros! En el complejo hay una mezquita, la de los minaretes; una madraza, con tiendas de recuerdos como no podía ser de otra manera en este país; la sede principal del islamismo en Uzbekistán; el museo con el Corán; y un par de edificios más. Eso sí, todo construido en 2010.

Al llegar a la plaza un simpático local nos oye hablar, raro para ellos, y nos pregunta «¿Italia?» Le decimos que sí, total qué más da. Lo gracioso es que en ese momento el tipo se pone a hablar en una mezcla de inglés y francés para decirnos que en la madraza podremos encontrar de todo: seda, vestidos, cuero,… No dice ni una palabra en italiano.

La mezquita es una más y además está cerrada. El «arzobispado» musulmán ni sabemos si se visita ni interés en hacerlo. La madraza con sus tiendas de recuerdos tampoco nos motiva demasiado. Lo que no encontramos es el museo. Saliendo de la madraza nos encontramos con los dos catalanes que volaron con nosotros desde Madrid y que mañana volverán a hacerlo de vuelta. Van con uno que les hace de traductor. Se meten en una de las tiendas.

No hay manera de encontrar el museo. Una guía que va con unos ingleses (en esta plaza hemos encontrado más turistas juntos que en el resto del país separados, unos ocho o diez) nos dice que está a unos quince minutos andando. Según nuestra guía, en papel, debería estar al lado. Vamos a la tienda donde están los catalanes para preguntarle a su traductor.

Nos dice que está en el edificio, que habíamos tomado por otra mezquita, que está en el centro de la plaza. Hay una caseta delante con unas vallas. En la caseta hay un policía que nos dice que está cerrado. El lunes es el día mundial de cierre de museos, también en Asia Central. Nos sentamos en unas escaleras enfrente para ver qué hacemos durante lo que queda de día. No hay mucho más que ver en esta ciudad, sólo otro par de museos que ya sabemos que están cerrados. La guía no decía que éste lo estuviera, pero sí los otros.

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