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Complicaciones «hoteleras»

Jueves, 03/03/2011 (2)

Cuando paramos en Samarcanda ya hemos decidido que queremos comprar el billete a Taskent para el domingo a las cinco de la tarde. El domingo el mercado de Urgut es cuando tiene más cosas que ver y ya que estamos lo visitaremos. Lo que no tenemos claro es que si el tren que queremos, el Registan, sale también el domingo. En la guía pone que cinco veces por semana pero no qué días exactamente. Nada más bajar del tren buscamos en la estación donde comprar el billete. De nuevo nos encontramos con los tumultos que sólo los rusos, y claramente los uzbecos, son capaces de hacer delante de una ventanilla. Aquí el concepto de privacidad y espacio personal no existen y se apiñan todos unos encima de otros tratando de meter la cabeza en el hueco de la ventanilla.

De camino ya nos han ofrecido un par de taxis y un hotel barato. Por ahora no queremos nada, sólo comprar el billete. Luego cogeremos una marshrustka al centro y allí buscaremos. Hemos visto tres hostales que nos parecen aceptables y están cerca del centro. Mientras estamos haciendo nuestra cola, que no la suya, en la taquilla se nos acerca uno hablando en inglés y nos pregunta si nos puede ayudar en algo. Le preguntamos si es ahí donde se compran los billetes para Taskent y, aprovechando, si sabe si el tren que queremos está también el domingo. Nos dice que sí. Un éxito.

Ya que está nos comenta que nos puede llevar a un hotel barato. Nos pide 30$ por noche. Le decimos que muy caro. Nuestra idea es estar tres noches aquí y hemos pensado en el tren que, en vista de que son hostales, nuestro presupuesto son 120.000 som por los tres días. De nuevo la eterna discusión moral de si no apretamos demasiado, pero en este país somos cuatro turistas (puede que cinco) ahora mismo y los hoteles tienen que darse cuenta de eso. No tienen más gasto por tener una habitación ocupada que por tenerla vacía, más que la calefacción. Con que les cubramos ese gasto y les dejemos algo más, por poco que sea ya están haciendo negocio. Es más, cuando tienen empleados tienen que pagarles haya o no haya huéspedes así que, entre lo poco que entre ya es beneficio para ellos que pierden menos que con el hotel vacío.

Cuando se lo decimos se queda un poco parado. Rápidamente reacciona y nos dice que sí. Le preguntamos si el desayuno está incluido y vuelve a responder afirmativamente. Por ahora vamos bien, de todas formas le decimos que tenemos que ver primero la habitación.

Hasta él mismo se está cansando del tumulto para el billete y nos dice que podemos volver mañana a comprarlo que seguro que hay menos gente. Pues no sé porqué va a haber menos gente mañana. Ya estamos aquí y para volver tendríamos que coger un taxi. Tanto se cansa que es él el que se cuela y nos acaba gestionando la compra de los billetes. Hasta Taskent son 38.000. Sacamos el fajo de billetes de Okihita y ya tenemos tren.

Nos lleva a su coche y cuando estamos dentro nos dice que el hotel sí que son 120.000 pero que el taxi hasta allí son 10.000. Le decimos que ni de broma. Las marshrustkas cobran 500 por cabeza. Habla por teléfono con el del hotel, suponemos que para tratar de rebajar él algo y coger de su parte, y nos dice que por 120.000 tenemos la habitación sin desayuno, que el desayuno son 5.000 más cada uno por día, total 150.000. Hasta aquí podía llegar la broma. Abrimos las puertas del coche, después de decirle que antes nos había dado el precio con desayuno, y le decimos que abra el maletero que nos llevamos a los Symbios.

En cuanto ponemos un pie en la calle ya hay otro preguntando si necesitamos un taxi. Este nuestro vuelve a llamar por el móvil y se hace el remolón para abrir el maletero. Al final cuelga para decirnos que sí, que 120.000 y desayuno. El taxi lo deja en 7.000. Aceptamos barco, aunque fijo que el taxi es demasiado caro. De camino nos pregunta si querremos ir a Urgut y se ofrece a llevarnos por 25 dólares. Mucho nos parece. Por ahora con llegar al hotel y que nos guste nos vale.

El hotel del amigo no es tal hotel. Es un hostal. Uno de los que nosotros habíamos visto. De los tres que están en la zona hay dos de precio medio y uno barato. Al que nos lleva es al barato, el Emir.

El sitio no está mal. El patio está cubierto por cristales y las habitaciones, con cristalera, dan al mismo patio, lo que les quita algo de privacidad, pero bueno. La calefacción es de aire pero está caliente. De todas formas cuando el taxista le ha dicho al de recepción que eran tres noches por 120.000 con desayuno, el de recepción ha dicho un no rotundo. En ese momento ya nos habíamos quitado los Quechuos, aquí también hay que descalzarse, y nos hemos girado para volver a calzarnos. El taxista se ha puesto a hablar con el otro y ha llamado al jefe que le ha acabado por aceptar el precio.

Todo parece ir bien. Le dejamos los pasaportes para el registro y nos metemos en la habitación para decidir el dinero que cogemos y colocar un poco las cosas. Cuando vamos a salir nos dice que no podemos salir, que tenemos que esperar diez o quince minutos. Nos volvemos a la habitación. No me quedo satisfecho y salgo otra vez a preguntarle por qué no podemos salir. Entre su inglés malo y el mío no muy bueno, consigo entender que han tenido algún problema con un fuego y han tenido que llamar a los bomberos. Ahora hay un policía revisando y no nos tiene que ver. Entonces le pregunto si pueden tener huéspedes y responde que no. Mal vamos. Le pregunto cómo nos van a hacer el registro si no pueden tener huéspedes y me dice que esperemos un poco.

Vuelvo a la habitación nada convencido. Al cuarto de hora salgo a preguntar si ya nos dejan irnos. Me vuelve a decir que no. Cinco o diez minutos más. Tampoco ha puesto nuestros nombres en el libro de registro, lo que me reafirma en que no pueden tener huéspedes y están esperando que se vaya el poli. Le digo que esperamos diez minutos más, sólo diez minutos.

A los diez minutos salgo y me vuelve a decir, todo nervioso, que no podemos todavía. Le digo a Sara que nos vamos. Cogemos a los Symbios y todo lo demás y le decimos que nos vamos, que nos dé los pasaportes. Se hace el tonto y eso nos pone muy nerviosos. Nada de jugar con los pasaportes. Le pedimos, ya con la voz más autoritaria y enfadada, que nos dé los pasaportes. Ni siquiera sabemos si los sigue teniendo o se los han llevado a otro sitio. Nos enseña el libro de registro en el que ya están nuestros nombres. Eso no nos importa, los borras. Tiene los pasaportes escondidos debajo de unos papeles. Cuando estiramos la mano los coge y en ese momento llega el jefe. El jefe no entiende nada de inglés y quiere que el otro le traduzca lo que decimos.

En este punto el nivel de estrés está ya muy arriba y mi inglés (que ya estando tranquilo no da para todo lo que quiero decir) es más limitado. Con todo y con eso hay poco que decir: nos han tenido tres cuartos de hora «secuestrados» en la habitación porque no nos podía ver el policía, porque no tienen licencia para tener huéspedes. Estamos hartos y nos vamos.

Las cosas se empiezan a poner más tensas. No están por la labor de dejar que nos vayamos y nos retienen sin darnos los pasaportes. Nos dicen que hemos estado un rato en la habitación y que lo tenemos que pagar. Entran y dicen que las toallas están usadas y arrugadas y que ya no valen para otro. También entra al baño y ve que hemos usado el papel higiénico. Me está hartando y le digo que si quiere le doy 1.000 som. El que me entiende me mira y pone cara de que estoy loco y que con eso no cubren los gastos. Como sigáis así menos vais a tener.

El tono de voz sube más aún y al final Sara agarra los pasaportes de la mano del de recepción y tira. El jefe los agarra por otro lado y eso se convierte ya en una melé de rugby. Meto yo también las manos y tiro más fuerte que los demás quedándome con los pasaportes. El jefe parece que ya sin la baza de los pasaportes recula y nos ofrece mil som para visitar no sé qué monumento. Tampoco estamos seguros de si era eso lo que decía porque estamos todos muy nerviosos, pero él ha puesto ya su mejor cara y sonríe mucho más amable que cuando tenía los documentos.

No queremos nada tuyo, sólo irnos. Aún así no quieren que nos vayamos… debe estar el poli todavía por la zona. Hasta ahí podía llegar la broma, lo que teníamos que haber hecho era irnos cuando estaba en la recepción y que nos viera. Uno que está dentro del hotel nos empieza a decir que si necesitamos algo, los nervios no nos dejan saber si es taxi u hotel lo que nos ofrece, pero le decimos que no, que nos deje en paz. El tono debía ser el correcto porque el tipo no insiste lo más mínimo.

Como sabemos donde estamos vamos a mirar los otros dos hostales que están al lado. De hecho, cuando veníamos vimos el cartel de otro de ellos Dilshoda. Está a menos de cien metros. Abrimos la puerta y sale una señora muy simpática a recibirnos. Nos pide 35$ por noche y no estamos por la labor. Nos damos la vuelta. Al ver que nos vamos nos pide nuestro precio. Le damos el de antes 120.000 som tres noches con desayuno. Su oferta son 150.000 con desayuno. No queremos pelearnos y nos damos la vuelta para irnos sin más discusión. No estamos tratando de negociar, es que estamos hartos y todavía nerviosos. La mujer se da cuenta de que pierde una habitación y tampoco hay tantos turistas en la ciudad en esta época del año, ninguno, y nos acepta lo que le decimos.

La habitación está mejor que la del Emir, aunque la calefacción también es de aire y no funciona muy bien. La señora nos dice que luego vendrá su marido y que la arreglará. De acuerdo entonces. Nos pregunta si dejamos el equipaje y nos vamos, sin hacernos esperar. Al ver que nos vamos nos dice que el registro lo podemos hacer después. No está su marido, la administración estaba cerrada, o algo, y va a necesitar unos quince o veinte minutos. Está claro que aquí los registros son verdaderamente complicados. Pues lo haremos después, ahora queremos aprovechar para ver un poco la ciudad.

Ya en la calle, más tranquilos, vamos a visitar la ciudad que motivó el viaje: Samarcanda.

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Comentarios

  • JAAC
    11 abril, 2011 a las 15:16

    No siempre sale todo bien, pero tampoco era una situación tan crítica. Estoy seguro de que se habría arreglado de una manera u otra (la forma en que acabó era una de las maneras de arreglarlo ;-p).

    En cualquier caso es peor que te pase algo así en el «primer mundo». Los recepcionistas de los hoteles son mucho más «listos» y las cosas suelen acabar peor…

    Responder
  • conxa
    8 abril, 2011 a las 17:14

    menuda movida, era para estar nerviosos desde luego, eso de no tener los pasaportes y los otros de listeras….

    menos mal que los pudistes arrancar de su mano.

    Responder