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Karakalpakistán

Domingo 27/02/2011 (2)

Buscando a alguien que hable inglés este hombre encuentra a otro taxista que le dicen que lo habla. Es cierto. Nos cuenta que, como hace mucho frío, el río baja con hielo (icebergs deben ser) y han abierto el puente que desde aquí lleva al campamento. Hay otra manera de llegar pero es dando una vuelta tremenda y eso nos costará más. La vuelta es pasando por la ciudad que nombraba el otro y que no sabemos dónde está. El taxista, de hecho, nos pregunta por qué no vamos a Jiva (Xiva o Хива en uzbeco y ruso respectivamente). Cuando le decimos que tenemos reservada una noche en el campamento nos hace el gesto de que estamos locos, y nos dice que allí arriba hace muchísimo frío. Él pensaba llevarnos y traernos por cien dólares, pero lo de pasar la noche ni se lo planteaba.

No hay muchas más opciones y nosotros hemos pagado por dormir en el frío. Al final nos ofrece llevarnos, enseñarnos las kalas (murallas o castillos), quedarse la noche con nosotros en el campamento y llevarnos a Jiva mañana. Todo esto por cien euros. Intentamos regatear pero está claro que no está por la labor. Nos tiene bien cogidos. Acabamos aceptando.

Antes de salir de Urgench va a su casa a coger mantas y cambia de coche. Nos cuenta que somos los segundos turistas que coge en lo que va de año, vamos que han venido aquí, pero que los otros llegaron a Ayaz Kala, lo vieron y se volvieron. Inauguramos la temporada de dormir en el campamento. Es más, él lleva muchos años haciendo esto y dice que nunca ha dormido allí en invierno. Por la cantidad de mantas que ha metido en el coche aquello va a ser duro…

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De camino nos para en el Guldursun Kala. Según la guía del siglo primero. No quedan más que unos montículos de adobe, aunque todavía se ven murallas de quince metros de altura. Se trata de una ciudadela rectangular de 350m x 230m. Lo que se ve en la actualidad fue construido en el siglo XII pero se anexó a los restos del fuerte antiguo, del que sólo quedaba la muralla.

La siguiente parada es para que compre una Coca-Cola. Antes de salir del coche abre la guantera para coger el dinero y coge un fajo de dos centímetros de grosor de billetes y deja otro igual dentro. Podríamos fugarnos con el dinero y el coche… pero el dinero no creemos que llegue ni a veinte euros.

Resulta que aquí todo el mundo sale en la Lonely Planet. Su padre está como agente de viajes de Urgench, Bahadir Rakhamov. Él, Bakhtiyar Rakhamov, también aparece. Es más, nos explica que trabaja con AdvanTour, los que hemos contratado nosotros. Ayer oyó que su padre reservaba en el campamento para dos personas de AdvanTour, así que ha pensado que éramos nosotros. Nos cuenta que en temporada de turistas trabaja como conductor para las agencias.

A eso de las tres llegamos al campamento. Antes había llamado un par de veces para decir a qué hora llegábamos y para pedir que tuvieran la comida. El campamento está medio desmontado. Hay tres yurtas, una a medio hacer y la base para otras cuatro. Además de un frío infernal. ¿Infernal? Bueno, todo lo infernal que sería si en el infierno no hubiera fuego. Allí no hay nadie más que un perro, pobre, que viene a saludarnos cuando bajamos del coche.

Hay otra construcción de ladrillos en la que está una pareja mayor. La mujer nos pregunta si de verdad queremos dormir en la yurta o mejor en una sala grande en esta «casa» con la chimenea. Está claro que descartamos la yurta. Se pone contenta, porque debía pensar que si nos encabezonábamos al día siguiente iba a recoger dos carámbanos de la tiendecita de marras. Lo que nos dice es que la comida sí que será allí. Perfecto, así la vemos también por dentro.

Bakhtiyar nos ha dicho que están haciendo unos días mucho más fríos de lo normal y que ayer, en Urgench, llegaron a diez bajo cero, con lo que aquí deberían ser unos veinte. ¡Veinte bajo cero! Vamos a morir.

En la yurta está el fuego para cocinar y al entrar parece que hay mejor temperatura., pero se nos pasa la impresión rápidamente. La tienda está llena de agujeros por los que entra el viento dándolo todo. Comemos con toda la ropa puesta, incluidas las bragas y los gorros. Sara se pregunta cómo de fácil será comer con guantes, porque el clima no acompaña. Por si fuera poco, como el suelo de la yurta está cubierto con alfombras, hay que quitarse los Quechuos y dejarlos fuera.

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En la mesa hay unos platos con cacahuetes y semillas de albaricoque, muy parecidas a almendras. De dulce hay galletas de chocolate (éstas están buenas de verdad y no como las de Mirzo), pasas y bombones. La comida es una sopa caliente, hirviendo, de cordero con patata, zanahoria y tomate, muy fuerte y muy buena. También nos ha traído pan. El pan aquí tiene el aspecto de una torta grande como de cuatro o cinco centímetros de altura y muchas flores grabadas. Nos cuenta Bakhtiyar que en cada sitio de Uzbekistán el pan es diferente y lleva distintos grabados. El segundo plato es carne de cordero con patata medio frita medio cocida y cebolla, dimlama o bosma (según la guía). La cantidad de grasa que lleva esto es brutal, pero está exquisito y con la temperatura que hay es mejor meter calorías al cuerpo. Esta gente lo sabe bien.

La buena señora nos llena constantemente unas tazas con té verde. Bakhtiyar ha comido lo mismo que nosotros y la verdad es que se lo merece porque con lo feliz que estaría él en su casa… No sé si cien euros lo pagan. También hay una botella de agua, que casi no nos deja abrir porque nos atiborra de té y una de vodka que sí que abre y que nos obliga a beber. Como desinfectante. Si no tengo ninguna infección señora. 40% de alcohol. Cuando abrimos el agua está a medio grado de congelarse.

Después de comer, Bakhtiyar nos ofrece un paseo a Ayaz Kala que está justo enfrente. El paseo nos lo ofrece a nosotros, porque él se va a meter en la «casa» y no va a salir de allí ni loco. Antes del paseo pasamos por la casa nosotros también y nos ponemos las mallas debajo de los pantalones. La UNESCO ayudó a construir la casa y puso un generador para la luz, también hay tubos de calefacción. Pero la UNESCO no tuvo en cuenta el frío que hace aquí y nos dicen que el generador está estropeado y las tuberías congeladas, así que ni luz ni calefacción.

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Comentarios

  • Izzat
    14 enero, 2013 a las 19:09

    Hola amigos! Yo soy Izzat, quien habla castellano en Khiva.
    Gracias a sus informaciones sobre mi pais. Es dificil creer que sois quedado vivo despues de este frio. Si hay algunos interesados de viajar a Khiva, a las fortalezas antiguas y al Mar de Aral yo puedo organizarles viaje. Esccribame a mi correo: khorezm@gmail.com Mi movil: +998946571271

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    • 15 enero, 2013 a las 15:57

      ¡Hola Izzat! Encantados, un placer encontrar a uzbecos por nuestro blog 🙂
      Sabíamos que haría mucho frío en febrero y estábamos preparados, pero el clima no evitó que tu país nos encantara.
      ¡Suerte con tus negocio!

      Responder
  • JAAC
    21 marzo, 2011 a las 09:47

    Las yurtas originales debían aislar un poco más del frío. Supongo que las harían con más interés ya que la vida les iba en ello… ahora son sólo atracciones turísticas (y de verano! jajaja) y no se esfuerzan tanto, ya habrás visto en el vídeo que la piel está llena de agurejos :-S

    En cualquier caso, después de pasar la noche en el otro sitio no tengo tan claro si en la yurta habríamos estado mucho peor :-S

    El vodka para el fuego! pero para el exterior 😛

    La anécdota del orinal es graciosa… pero habría preferido que hubiera acabado de otra forma en lugar de conmigo en la calle a las cinco de la mañana! jajajaja

    Responder
  • conxa
    16 marzo, 2011 a las 18:53

    me he leido los tres posts de golpe. diossss estoy congelada de leeros, con lo friolera que soy,yo me muero allí!!!

    Menos mal que al menos la comida te gustaba, y habia vodka,que por otro lado,a mi me gusta (jejej)

    Pensaba que las yurtas aislarian del frió, pero parece ser que no.

    que aventura Xddddd

    Pd. muy gracioso la anecdota del orinal.

    Responder