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Sudáfrica (XXX)

Viernes, 04/09/2.009 (1)

Cuando bajamos con las mochilas hechas y dispuestos a pagar (aunque no se lo merecen) para cumplir con la hora de la salida a la zona de Limpopo, al norte, no hay nadie en recepción. Por no haber está incluso cerrada la barra del bar. Uno que está saliendo nos dice en qué habitación vive el de la entrada y que le llamemos en la puerta para salir. Nos da bastante palo llamar a su puerta después de lo de ayer, para encima echarle otra bronca.

Llega el conductor que ha enviado Carmela, la dueña del lodge en el que vamos a dormir y que ha preparado la excursión de mañana, y se queda en la puerta porque tampoco hay nadie para abrir la verja. El otro tipo llama a la puerta del de recepción y le dice que hay gente esperando, además él se va con un coche y abre la puerta para que el otro entre. Sara le paga la habitación y nos vamos, con la intención de no volver.

El coche que ha venido a buscarnos es un Golf y en el maletero casi no caben los Symbios. En la parte de atrás lleva una nevera portátil con agua, refrescos, cerveza y frutos secos para el viaje, que ocupa un asiento, así que Sara se pone delante y yo detrás, con la nevera, Okihita y Cany. Nos esperan unas cinco horas de coche hasta llegar. La música es un cd de grandes éxitos de Elvis Presley.

Paramos en una estación de servicio para tomar el desayuno. Podemos pedir lo que queramos que está incluido. La organización parece un poco en el aire, el conductor nos ha preguntado si queríamos desayunar allí, si nos valía ese sitio. Para nosotros va bien así, porque podemos elegir pero lo “normal” es que se tenga un horario y se sepa cuándo parar y donde. Nos decidimos por el desayuno de los campeones un día más.

Cuando la camarera nos preguntó si éramos tres él respondió que dos y uno. Nos sorprendió a nosotros y a ella, más aún cuando quiso sentarse en una mesa pegada a la nuestra. Le dijimos que se sentara con nosotros y aceptó. Si no quiere gastar en el desayuno como nosotros podría haberse puesto en otro sitio, pero sentarse en la mesa de al lado es cuanto menos extraño.

El conductor nos cuenta que se le ha olvidado coger el cargador de su móvil y que si puede usar uno de los nuestros. Le decimos que los nuestros están bloqueados por la operadora y que no puede usar su tarjeta en ellos. Nos dice que es un Nokia, yo tengo Nokia también y el cargador a mano. Se lo dejo y lo pone a cargar mientras desayunamos.

A la vuelta en el coche Sara encuentra el programa del viaje con los precios de cada cosa apuntados al lado y el límite teórico para el desayuno y la comida (200R y 300R). El desayuno ha sido 30 por cabeza así que tenemos mucho margen.

La temperatura comienza a subir en cuanto pasamos Pretoria. El conductor nos dice que será así mientras sigamos yendo al norte. En el coche nos asamos y enciende el aire acondicionado, que tiene la fuerza de un soplo puesto a tope. Está claro que el coche es el de gama más baja de los Golf.

La siguiente parada será para visitar la granja de cocodrilos en Bela Bela. Carmela dijo, en su programa, que era la más grande del hemisferio sur, pero el conductor nos dice que es la más grande del planeta. No es muy fiable, también nos ha dicho antes que el en lodge podremos ver a los cinco grandes, lo que nos extraña bastante porque sería lo primero que publicitarían. Antes de llegar para en el pueblo, tenemos que conseguir otro alojamiento para la noche del sábado. Sólo conseguimos hablar con uno y es casi el doble que el Brown Sugar y cobrar mucho más por los traslados al Museo del apartheid y al aeropuerto. La cabina consiste en una mesa de campo con cuatro teléfonos conectados a una batería y a un contador y un tío que cobra por adelantado las llamadas y luego te da la vuelta.

Para conseguir llegar a la granja tiene que hacer no menos de tres llamadas para que le indiquen. Está claro que nunca ha estado aquí, es más, ni siquiera sabe que la carne de cocodrilo se come y piensa que todo el negocio de este sitio es sólo vender entradas como un zoo para que la gente vea a los animales. Cuando le dijimos que habíamos comido cocodrilo en Cape Town casi se escandaliza diciendo que eso es ilegal. No lo será tanto cuando estaba en el menú.

Cuando parecía que estaba totalmente perdido, después de un buen rato por un camino de tierra lleno de baches con el Golf, lo encuentra. En la entrada hay sólo dos caminos, derecha e izquierda, y el de la derecha tiene una señal enorme de prohibido el paso, sólo personal de la granja, pues nuestro conductor no sabe por dónde meterse y llama al sitio para preguntar si izquierda o derecha. Está claro que no ha estado nunca… pero parece que no ha salido nunca de su casa.

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